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FÚTBOL 18ª JORNADA DE LIGA

El Athletic jugo con el santo de cara

San Mamés disfrutó de un partido apacible

Acostumbrado a ejercer de buen samaritano, el Athletic se encontró ayer con el santo de cara: el Mérida celebraba por anticipado el día de los Santos Inocentes. El encuentro restableció la lógica. Primero, Guerrero apeló a sus esencias para soprender a la defensa; después Ríos impuso su envergadura en un saque de esquina y un poco más tarde Pirri Mori se autoexpulsó. Todo un catálogo de comportamiento que el Athletic gestionó con eficacia.El Mérida había apelado a la osadía con una alineación repleta de atrevimiento y dispuesta para abordar el encuentro en pleno tu teo futbolístico. Guerrero estableció la jerarquía en su primera intervención. Fue un gol clásico en la enciclopedia del capitán rojiblanco, que por inusual esta temporada, acabó sorprendiendo al Mérida. Luego, vio y entregó el control del encuentro a Urrutia para que dispusiera a su antojo el tiempo y el ritmo ante la escuálida oposición de sus oponentes en el centro del campo. Urrutia templó y ordenó los ataques dos y fue cosiendo un fútbol que sin alcanzar la brillantez revelaba una adecuada gestión de las circunstancias.

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Ríos no quiso ser menos que Guerrero y a centro del capitán consiguió su primer gol de cabeza con tanta comodidad como precisión. Minutos después se despidió el partido con la infantil expulsión de Pirri Mori que condenó a su equipo a un padecimiento seguro. A D'Alessandro se le cayó el fútbol de sopetón. Todo su planteamiento se había ido al traste con los dos goles y la inferioridad numérica temprana, obligado a mantener la actitud ofensiva- y a guadar el portal con más ahínco y menos efectivos. La cuadratura del círculo no funcionó. El Athletic por vez primera decidió templar el ánimo e ir caminando por el césped ocultando su ambición y tratando cada jugada como si el marcador no existiera. Lejos de perder la cabeza se dispuso a un, ejercicio científico, muy lejano a la pasión que en ocasiones le demandaba un público que dió el partido por goleado antes de tiempo. El Athletic invirtió en paciencia lo que se presumía en atrevimiento. Joseba Etxeberria coemenzó a zascandilear por su costado, sacando de quicio a Pablo Alfaro (tan contundente como falto de cintura) y a Luis Sierra se le acumuló el trabajo para evitar una acometida tan racional como autoconvencida. No era el día de D'Alessandro. Si alguna instrucción dio a la muchachada para encontrar la cuadratura del círculo, se la arrumbó Urzaiz nada más reanudarse el encuentro. En el único despiste defensivo del Athletic halló su gol el Mérida. Una anécdota en un encuentro que estaba destinado a mayor gloria del anfitrión.

Los goles posteriores fueron cayendo sin estruendo, en acciones comedidas que los delanteros rojiblancos sancionaban con la tranquilidad que el resultado favorable otorga al jugador en el área. Era tiempo de espectáculo. Quien mejor lo entendió fue Navarro Montoya, que sabedor de la imposibilidad de éxito alguno, quiso atemperar los ánimos sacando de su particular desván una suerte de acciones individuales, forzando disputas individuales con los delanteros y concluyendo su partido con un pase torero felicitado por la afición. Ciertamente no había partido.

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