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Entrevista:

"El entusiasmo de los pueblos no se percibe en la gran ciudad"

Como buen judío errante, Moni Ovadia es un perfecto ciudadano del mundo. Nació hace 51 años en Plovdiv (Bulgaria). Sus ancestros provienen de Yugoslavia, Grecia y Turquía. Se ha afincado, en Italia y acaba de visitar Madrid, un lugar que, apelando a su condición de sefardí, venera de forma muy especial. El último fin de semana del Festival de Teatro Madrid Sur se subió por primera vez a un escenario español: ocurrió en Alcorcón y Leganés con su obra Oylem, goylem, en la que rinde culto a la cultura yiddish con una estética casi de cabaré. "El yiddish conmueve las almas de la gente más dispar, y, en ese sentido, le encuentro un cierto parecido con el flamenco", proclama.Pregunta. ¿La cultura judía sigue estando perseguida?

Respuesta. A veces sí, y más en el caso de la cultura yiddish, tan influyente para los musicales de Broadway, el cabaré expresionista y hasta alguna obra de Kafka. Este lenguaje fue exterminado por los nazis, pero no resulta tan sencillo asesinar una cultura, porque la memoria judía es un proyecto para el futuro.

P. Hay quien ha encontrado parecidos entre su estética y fino humor y los trabajos de otro judío ciertamente ilustre: Woody Allen.

R. Se trata de un paralelismo un tanto simplista, pero no del todo. Allen parte de la idea del judío intelectual que vive en Nueva York y radiografía la neurosis de sus gentes. A partir de algo concreto, él logra comunicar con un público que nada, tiene que ver con todo ello. Esa es una característica muy judía, y en eso, ciertamente, coincidimos.

P. Usted ha conseguido éxitos grandiosos en Italia. ¿Por qué ha tardado tanto en llegar a tierras españolas?

R. Supongo que porque la música klezmer no es muy conocida por aquí, y los promotores siempre tienen miedo en estos casos. No obstante, yo he aprendido que la paciencia es la mejor virtud para vivir en este mundo. En mis 51 años, la vida me ha enseñado que hay un momento para cada cosa.

P. Eso de actuar en Leganés y en Alcorcón, en lugar de en la capital, ¿ha devaluado su estreno en este país?

R. En absoluto. En los pueblos hay un entusiasmo y unas ganas de ver espectáculos que no se percibe en las grandes ciudades. El público capitalino está tan acostumbrado a los grandes eventos que casi nada le acaba de motivar, y en más de una ocasión ni siquiera acude a las salas.

P. En la Europa de nuestros días, ¿qué significa ser nómada?

R. Significa mirar a los demás como seres humanos, no como extranjeros. La experiencia del exilio permite saber que hay otros países y otra gente, y aprender a buscar en la mirada del otro tu propia mirada. El futuro del mundo pasa por una diáspora continua: es la mejor manera de aprender cosas sobre la condición humana.

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