El francés Bacrot, de 15 años, cae tras doce horas de lucha

Etienne Bacrot, de 15 años, fue ayer la sensación del Campeonato Mundial de ajedrez: su sangre gélida, su juego electrizante y su profunda concepción de la estrategia emocionaron al público, que ni siquiera pudo compensar su derrota con un aplauso porque había otra partida en juego. El joven francés cayó ante el georgiano Ghia Georgadze, antiguo entrenador de Gari Kaspárov, en la quinta partida de la muerte súbita tras doce horas de lucha vibrante y espléndida. Los favoritos, -entre ellos, el español Alexéi Shirov- se estrenan hoy en la segunda eliminatoria.

Bacrot, impecablemente vestido con un traje azul oscuro, corbata a juego y camisa blanca, apenas expresó su tristeza después de estrechar la mano de su verdugo. Sus padres, situados a cinco metros, se miraron con resignación sin decir palabra. Tras empatar las dos partidas a ritmo normal y las cuatro primeras del desempate ante un consumado especialista en esa modalidad, el joven galo se perfila como una gran promesa del ajedrez.Ser un ajedrecista muy fuerte no basta para ganar cuando se juega por sistema de copa; la sangre fría es imprescindible. En un ambiente saturado de tensión, a 34 de los 96 participantes se les acabó ayer el sueño de quedarse con un buen trozo de la tarta de 750 millones de pesetas en premios.

Poco antes de que los árbitros pusieran en marcha los relojes, muchos jugadores paseaban nerviosamente entre las mesas en busca de la máxima concentración. Aunque casi ninguno lo admite en público, no son pocos los que necesitan sentir algo parecido al odio a su adversario durante el juego para estimularse. Incluso hay algunos que acostumbran a practicar una especie de vudú en su habitación minutos antes de las partidas: ponen una foto de su rival ante sí, o un rey en el centro del tablero, y repiten a gritos: "¡Te voy a matar!". Otros consideran que su rendimiento baja si tienen malas relaciones con el rival de turno.

Pero ayer era un día especial: siete horas de partida a ritmo normal y, para los empatados, otras dos o tres de juego a ritmo electrizante. La mayoría de los ajedrecistas profesionales no están aún acostumbrados a "este sistema de locos", expresión muy oida estos días en Groningen; casi todos los torneos de élite se disputan por sistema de liga entre 10 o 12 jugadores. Y no les resulta fácil mantener la sangre fría para distinguir cuándo hay que arriesgar a tope y cuándo conviene buscar el empate y jugárselo todo en la muerte súbita.

La preferencia de los espectadores en las dos primeras jornadas se centró en el más joven, Bacrot, y el más viejo, el ruso Vasili Smyslov, de 76 años, ex campeón del mundo. Este, que apenas ve, conserva el, estilo artístico, pero no pudo con Alexánder Morózevich, uno de los mejores productos de la penúltima hornada rusa

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