El TDK no respeta las costumbres
Por primera vez en su historia los manresanos derrotaron al Real Madrid a domicilio
El TDK consiguió ayer la victoria imposible, esa que año tras año, visita tras visita, se le ha negado. A la vigésimo quinta fue la vencida. Nunca había ganado al Madrid lejos de Manresa. Lo tenía prohibido. Hasta ayer, cuando la historia saltó hecha añicos. No es necesario devanarse los sesos para encontrar la razón de tan inesperado triunfo. Basta con pensar que, en esto del deporte, a menudo gana el mejor.Y fue mejor el TDK, un conjunto invadido de virtudes. Ayer tardó en ponerlas en práctica ante un Madrid decidido a abrir hueco desde el salto inicial. La batalla se antojó finiquitada cuando a los nueve minutos los de Martín alcanzaron su máxima ventaja (23-13). Había aparecido el TDK con una defensa en zona que para su rival resultó gozosa. Angulo andaba caliente y Bodiroga estaba como siempre. Iluminado. Entre ambos hicieron 19 de esos 23 puntos.
Pero Capdevila no aceptó el guión. Que era el previsto, con el líder ejerciendo de tal. Enterró Luis Casimiro, el técnico manresano, su defensa zonal, que tenía pinta de suicida, y Capdevila hizo el resto. Sus puntos evitaron que el Madrid echara el cerrojo. Amortiguó su caída el TDK y el partido quedó donde querían los manresanos: en manos de Creus, al que Santos sólo superó en musculatura.
Aquello comenzó a pintar mal para el Madrid, que encajó un parcial de 4-20 y se fue al descanso herido (34-39). Su defensa bajo el aro fue calumniosa. Razones hubo para ello. Orenga arrastra una lesión, Mijailov estuvo, pero como si no, cometió una personal en todo el partido, y Rogers sigue con aquello de amagar y no dar. En la relación falta Arlauckas, cierto. Pero es que Arlauckas, en defensa, casi siempre falta.
Recuperó posiciones el Madrid tras la pausa porque Herreros desenfundó. Pero Creus seguía encontrando a los hombres altos en posiciones ventajosas, no en vano el Madrid construyó un paraíso bajo su tablero, y la igualdad se mantuvo durante muchos minutos. A diez del final todo estaba como al principio (60-60). Pero mientras los ataques del Madrid resultaban atropellados los del TDK eran de una fluidez admirable. Y como su defensa alcanzaba el notable, el Madrid comenzó a liarse. Le costaba sudores librarse de la presión manresana. Y le costaba correr. Y encestar. Se sentía maniatado incluso cuando sacaba de fondo.
Sólo Herreros era capaz de romper los grilletes de una defensa feroz, que curiosamente no tenía reflejo en las penalizaciones -cuando el Madrid llegó a ocho personales en la segunda parte el TDK sólo llevaba tres-. Gracias a Herreros, que enchufó su cuarto triple, consiguió sobreponerse el Madrid (66-65, en el minuto 35). Un suspiro duró aquello. Ya no estaba Capdevila en el TDK, pero sí Sallier, que adornó su fantástica estadística con seis rebotes ofensivos. A falta de tres minutos, con 66-73, Martín decidió sentar a Bodiroga y relevarle por Angulo. Buscaba algún triple salvador. La medida admite muchas lecturas, no todas positivas. Porque lo que ganaba el Madrid en tiro exterior lo perdía en improvisación y en capacidad de penetración. Y la solución se antoja ridícula hasta decir basta cuando, con Herreros, Angulo y Laso en pista, es Arlauckas quien se juega los dos últimos triples del equipo. Con absurdos tan enormes no hay historia, ni estadística que aguante en pie.
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