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Nureyev vuelve a 'bailar' en Rusia

Moscú abre la primera exposición sobre el desaparecido bailarín tras su deserción a Occidente

Hace 36 años, Rudolf Nureyev se negó a tomar en París el avión de vuelta a Moscú, al término de una gira del ballet Kirov de Leningrado. Considerado un traidor y un enemigo del pueblo, la memoria del que luego había de ser considerado como el más grande bailarín clásico del siglo XX fue borrada del registro cultural de la Unión Soviética. Esta semana -más de cuatro años después de que le matara el sida y seis después de que la URSS saltara en pedazos- se ha inaugurado en Moscú la primera exposición que le rinde homenaje.La muestra se exhibe en la galería Naschekin y es un préstamo, por dos meses, de la Fundación Nureyev de Zúrich (Suiza). Ya fue presentada anteriormente en el Museo Carnevale de París. Incluye fotografías insólitas de los años dorados del bailarín, trajes que utilizó en sus momentos más gloriosos, películas y otros recuerdos. Pero el auténtico valor de la exposición estriba en la recuperación de la memoria artística de uno de sus mayores genios, reconocido como tal en Occidente pero desconocido durante décadas en la URSS, excepto para las élites culturales y los fanáticos del ballet.

Nureyev, que nació el 17 de marzo de 1938 (en plena época de las purgas estalinistas) en un tren que circulaba por la región siberiana de Irkutsk, llegó a convertirse -entre 1985 y 1989- en director del Ballet de la ópera de París. Borís Lvov-Onojin, crítico y director artístico, aseguró en la conferencia de prensa en la que se presentó la exposición que Nureyev "tenía la cualidad de la seda cuando bailaba" y que, por su plasticidad, era como una pantera danzante"

Vadim Piseliov, ex bailarín que ahora escribe en la revista de la Academia de Música, afirmó que profesionales y aficionados llegaban al éxtasis al verle en acción, y que eso desconcertaba a las autoridades soviéticas, "que creían que un hombre no debía suscitar tales sentimientos en la audiencia". Esa presión tuvo probablemente mucho que ver con su decisión de desertar, aprovechando una gira del ballet Kirov (hoy Mariinski) de Leningrado (hoy San Petersburgo). La Enciclopedia rusa del ballet señala, por su parte, que Nureyev "fue el primer bailarín que combinó las tradiciones del siglo XIX y del XX, de Rusia y de Occidente, lo que le permitió alcanzar un universalismo sin precedentes ".

Nureyev volvió en 1987 a Rusia, cuando la perestroika y la glásnost dejaban ya entrar un poco de aire fresco en la anquilosada vida cultural de la URSS. Fue una visita privada, para ver a su anciana y enferma madre, que ni siquiera pudo reconocerle. Posteriormente, en su calidad de gran artista, regresó otras dos veces, una de ellas a San Petersburgo, para bailar en Las sílfides en el mismo teatro Kirov-Mariinski en el que se formó, y otra a Kazán y Ufa, donde dirigió Romeo y Julieta. El sida le ganó su última batalla en 1993.

El mundo de la danza se vistió de luto. Christie's subastó en 1995, en Nueva York, algunas de sus pertenencias. Un fanático llegó a pagar más de un millón de pesetas por unas zapatillas rosas del artista. Otro, casi siete millones por la chaqueta que lució en Giselle. Pero la nureyevmanía no llegó a Rusia, a pesar de que le fue reconocido su lugar de honor en la historia del ballet.

Esta exposición le hace justicia. "Para mí y para el mundo cultural de Moscú y Rusia, es una fiesta", asegura Igor Majáiev, director del Museo Diagiliev, que estudió con Nureyev en 1956.

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