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FÚTBOL DECIMOTERCERA JORNADA DE LIGA

El Madrid consigue menos de lo que debe

El Athletic marcó en el primer minuto y soportó la ofensiva madridista

Santiago Segurola

A fuerza de insistir, el Madrid sacó un empate de San Mamés. Debió obtener algo mejor en un partido abrupto, escaso de calidad y vibrante por lo emotivo. Sólo jugó el Madrid, si por eso se entiende manejar el encuentro, realizar lo único destacable con el balón, y generar las ocasiones. El Athletic quisó administrar con tanta avaricia su gol -conseguido en el puro arranque del duelo- que defendió, defendió y defendió. No muy bien, por cierto. Ni tan siquiera cuando a Luis Fernández le dio un ataque de pánico y cambió a los dos jugadores de más clase -Guerrero y Etxeberria- por dos defensas de toda la vida: Ferreira y Lacruz , Éste fue de la clase de partidos que vienen determinados por un acontecimiento imprevisto. Los entrenadores preparan un dibujo, dan tales o cuales instrucciones, especifican cualquier detalle y se disponen a seguir el encuentro según su plan. Heynckes le dio carácter especial al duelo y ofreció algunas novedades. Eliminó a Morientes, Sanchis y Guti de la alineación y sacó a Suker, Karanka y Víctor. Detrás de cada opción había algo que discutir. Morientes está con gol, Sanchis ha actuado con bastante solvencia y Guti animaba a pensar que era una buena solución como volante de enganche. Del otro lado, el partido se antojaba perfecto para medir el estado de Suker, la fibra de Karanka y la aportación de Seedorf delante de Redondo. Pero todo eso quedó condicionado por lo imprevisto: el Athletic salió- con un gol de la caseta.

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En la jugada inicial, la pelota fue hacia Larrazabal, que la cruzó larga hacia el pico derecho del área madridista. Había llovido y el campo estaba como un espejo. Roberto Carlos salió a interceptar el pelotazo, pero midió mal la distancia y el bote del balón, que salió eléctrico y sobrepasó al lateral. A su espalda, Etxeberria había especulado con la posibilidad del error de Roberto Carlos y se perfiló para recibir la pelota, que le llegó franca para meter el centro o el tiro hacia el segundo palo. Lo que hizo resultó indeterminado: valía como remate y como centro. En cualquier caso fue aprovechado por Ziganda, que estaba libre y con la caña. Habían transcurrido 16 segundos de partido. Todas las maquinaciones de los técnicos vallan de poco: el Athletic jugaría un partido, y el Madrid, otro.

El encuentro del Athletic pasó por administrar su ventaja y poner unas condiciones difíciles para cualquier partido,. Mucha pierna, una intensidad enorme y la decisión abierta de presionar a todo trapo y meter los contragolpes. Otro factor era la grada. Era noche de tambores en San Mamés y, el público, se entregó como sólo. se entrega este campo en las grandes ocasiones. Esta era una, porque el Madrid es el viejo, enemigo, a la vez temido y admirado. Así que San Mamés fue la caldera que su equipo necesitaba.

El Madrid se empleó con una virtud considerable: no se dejó impresionar por el gol ni por el escenario. Pero tuvo que admitir que jugaba un partido que no quería. En cuanto a carácter, el equipo estuvo irreprochable. Hubo gente con más presencia que otra, pero casi nadie se aflojé. Karanka pareció algo afectado por la trascendencia personal del encuentro. Volvió a San Mamés entre la ene miga de la hinchada, que ni olvida ni perdona. El público apretó a Karanka en cada jugada y el chico pasó un mal rato. Seedorf realizó un buen papel en su función de cuarto volante. Estuvo activo y rápido, difícil de contener, en cualquier caso. Suker, no. A Suker le superó el voltaje del partido, aunque se le vio más metido en faena que lo habitual.

Junto a Hierro, que dio un curso en la defensa, el hombre del partido fue Mijatovic, que está en su mejor punto. Todas sus intervenciones tuvieron un carácter especial. Por velocidad, por ingenio, por astucia, Mijatovic representó un problema muy grave para la defensa del Athletic, sobre todo cuando enganchaba desde atrás. Entonces se volvía incontenible. Tuvo el gol en un mano a mano con el portero, pero su vaselina salió ligeramente alta. Y fue el protagonista del momento más discutido de la noche, una aparición fulminante en el área que terminó con el madridista en el suelo, probablemente arrastrado por Ríos.

Para el Athletic, el partido terminó por convertirse en angustioso. El gol le llevó a especular mucho y muy pronto. Su interés pasó por defenderse a toda costa. Se quedó sin el balón y lo administró muy mal cuando lo tuvo. Después del gol, el Athletic estaba programado para otra cosa, para aguantar la marea madridista con bastante sofocos. A la estricta condición defensiva del equipo, Luis Fernández añadió una veta disparatada: comenzó a sacar delanteros (Joseba Etxeberria y Guerrero) y a meter defensas (Ferreira y Lacruz). La cosa era desproporcionada y de ninguna manera mejoró la situación del Athletic, que se encontró con un héroe impensado: su portero.

Imanol Etxeberria, tan desacreditado desde su llegada a la titularidad, salvó tres llegadas francas del Madrid. Primero frente a Raúl, luego con Mijatovic y una increíble ante Roberto Carlos. Pero la emergencia de Imanol era una pésima noticia para el Athletic. Venía a proclamar su, inferioridad. El Madrid estaba bastantes cuerpos por encima: merecía el empate y algo más. Por presencia, empuje y oportunidades, el partido era suyo. Le faltaba el gol. Lo encontró en un excelente pase del árbitro, que interceptó una salida del Athletic y la convirtió en una cesión espléndida a Mijatovic, que progresó solo por la derecha. Etxeberria rechazó el primer remate, pero la cuota de milagros se había acabado: Morientes, que enchufa todo, levantó la pierna y marcó con mucho estilo.

La reacción del Athletic era imposible. Luis Fernández había llenado el campo de defensas y ahora le tocaba atacar. No hubo modo. Lo único posible era la victoria del Madrid, pero le faltó el último aire para sacar adelante un partido que habló bien de tres 0 cuatro jugadores (Hierro, Mijatovic, Seedorf y Redondo, en el segundo tiempo) y de la voluntad general para no arrugarse en un duelo difícil por la intensidad del partido, por el rapidísimo gol del Athletic y por la calentura en las gradas.

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