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FÚTBOL DUODÉCIMA JORNADA DE LIGA

La Real desacredita al Atlético

Los de Antic jugaron 67 minutos con un hombre más por expulsión de Juan Gómez

El partido, carente de argumentos y protagonistas desde el principio, se definió por los elementos accidentales. Entrenadores y jugadores pasaron a un segundo plano convertidos en factores ocasionales de las circunstancias. Antic se reveló precavido, con un equipo cargado de galeotes, que apenas miraba a Kiko y a Juninho de reojo. De pronto se lesionó López y Antic recompuso su dibujo introduciendo a José Mar¡ plantándole pecho a sus propios miedos. Krauss no quiso ser menos en la dosificación del respeto y jugó con mayoría de futbolistas que ven el fútbol con los ojos en la nuca. Y de pronto se vio con 10 jugadores por expulsión de Gómez, enfrascado en una absurda batalla infantil.Los accidentes borraron la pizarra del partido reduciendo los aspectos técnicos a un papel secundario y descargando toda la responsabilidad del encuentro en la actitud personal de los futbolistas. Antes de la media hora el partido se había convertido en un examen de personalidad para dos conjuntos predispuestos a la diplomacia. La Real lo superó por carácter, el Atlético lo suspendió por falta de aplicación, pero partido, lo que se dice fútbol, no hubo.

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Incapacidad

El Atlético distaba mucho del equipo temperamental y ofensivo que acostumbra en el campeonato. Ni frente a 11, ni frente a 10 dio sensación de poder con el encuentro como si ,pasara del argumento psicológico de la superioridad numérica que le había ofrecido su rival. La incapacidad de encontrar a Kiko no estaba influida por la ventaja numérica sino afectada por la incapacidad de jugar por los costados. Lardín y José Mari ejercían de estatuas vivientes a pesar de tener enfrente a los dos futbolistas más débiles de la Real Sociedad.

El conjunto blanquiazul encajó el golpe de la expulsión con más personalidad de la prevista. El Atlético no asumió la jerarquía del partido y la Real Sociedad se recompuso con más facilidad de la prevista. El Atlético no conectaba y la Real Sociedad, se organizaba a medida que transcurría el reloj. En el medio se avistaba un desierto, un lugar prohibido a la genial¡dad, a la combinación, a la imaginería. Las ocasiones, la prueba del nueve de la combatividad en el fútbol, escaseaban de forma alarmante. La Real Sociedad tuvo una que acabó en la red, invalidada por una mano previa de Pikabea. El Atlético contó con dos a cargo de José Mar¡ que acabaron en las manos de Alberto.

La situación engrandecía a la Real Sociedad que superó la natural tendencia al numantinismo con una actitud más encomiable que la que prestaba el graderío ofuscado en la disputa arbitral y alejado de la entrega que exhibía su tropa.

El Atlético cayó en una vulgaridad alarmante, incapaz de gestionar una jugada y concluyendo el partido a merced de un rival crecido. Una actitud que desacreditaba su condición y su fisonomía. En ningún momentosupo qué hacer con el partido porque nunca supo qué hacer con el balón ni con los espacios. La Real se reservó para el final en busca de una oportunidad llovida del cielo o de algún descontrol defensivo de su oponente que nunca se produjo.

En realidad el partido no sirvió para nada, convertido en un ejercicio físico gratuito, agradecido en la Real y absurdo en el Atlético. Los accidentes alteraron el aspecto del encuentro pero no afectaron a su espíritu. Ninguno aspiraba a ganar y quizá por ello nadie ganó.

La Real se quedó con el carácter épico de la contienda y el Atlético se conformó con una apuesta demasiado pobre y conservadora. Ayer en Anoeta dilapidó una parte de su crédito: sólo exhibió una buena prestación defensiva. Lo demás fue humo, resistencia, incapacidad, es decir, su cara más oculta, su disfraz más feo.

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