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FÚTBOL: UNDÉCIMA JORNADA DE LIGA

El Barça se desploma, por tercera, vez

El equipo azulgrana ofrece de nuevo una mala imagen y sale goleado de San Mamés

Las urgencias en el fútbol examinan sobre todo la personalidad de los equipos. El Barcelona no la tiene, únicamente siente el aliento infatigable del Real Madrid y el vendaval del entorno. El Athletic ha vivido con un paraguas plegable un chaparrón considerable. Por eso ambos equipos se deseaban escenificando una discusión filosófica entre el yo (muy disminuido) y el otro (acrecentado para revalorizar el examen).A la primera pregunta ambos demostraron que no tenían la lección aprendida. El Barcelona sigue sin saber qué quiere Van Gaal y deambula por el terreno sin metas ni criterios. A priori, y visto lo que tenía, la alineación era racional. Por una vez nadie se hallaba fuera de lugar, cual acostumbra el hierático técnico holandés. Su dibujo era razonable con Celades y Amor haciendo de sí mismos. Aun así era un equipo taciturno y miedoso que defendía con 11 jugadores cada saque de esquina del Athletic y atacaba apenas con un par de hombres.

El Athletic también mostraba el dibujo que le gusta a Luis Fernández, con el eje Urrutia-Alkiza-Guerrero en la sala de ináquinas. Y sin embargo se conducía por la bota de Roberto Ríos, más acostumbrada a cachetear el balón, y la del guardameta Etxeberria, siempre dispuesta al zapatazo. Al margen de su primer aspecto racial, su juego resultaba un tanto confuso.

Ambos equipos convivían con su miedo, pero el Athletic lo gestionó mejor hasta dejarlo atrás y llevarse el partido de calle. Cuando más emborronado estaba el encuentro, el Athletic apeló al listo de la clase. Joseba Etxeberria le robó la cartera a Reiziger y fraguó el gol de Ziganda. El Barca se quedó de hielo. El Athletic había sacado petróleo gracias a su jugador más genial, un futbolista definitivo para la defensa al hombre que practica el Barcelona. A la segunda oportunidad originó el segundo gol, con un ejercicio de precisión a cargo de Alkiza que congeló aún más a una defensa demasiado estática.

En esos momentos la nota era demasiado benevolente con elAthletic, pero el Barça no podía protestar su insuficiencia manifiesta. Sin dirección ni mandato sobre el campo, su juego era una constante apelación a la individualidad de Figo. Rivaldo nunca bajó del avión que le ha alojado tantas horas.

El hielo se rompió y el Barcelona hizo agua por todos sus poros. Condenado a la anarquía, el Athletic fue moviendo piezas, alumbrando un espectáculo que le acercaba minuto a minuto a un resultado sobresaliente. A medida que Van Gaal iba introduciendo delanteros, Luis Fernández le respondía trabajando con los peones. Retiró a Guerrero, pero adelantó a Urrutia. Retiró a Ziganda, pero introdujo la fuerza descomunal de Urzaiz.

El Barça era un espejo roto que dejó todas sus fuerzas vacías y el Athletic transitó por una permanente autopista. Llegó el tercer gol y pudieron llegar el cuarto y el quinto; y el Barça apenas asomaba la nariz de Figo por un costado.

El Athletic resolvió su conflicto de personalidad; el Barça lo llevó hasta el paroxismo ofreciendo otra imagen penosa no sólo por la contundencia de la derrota, sino por la insignificancia de su juego. El vendaval amenaza con llevárselo por delante. Ayer, el Athletic lo empujó un poco más al vacío. De San Mamés el Barcelona salió como líder, pero su fragilidad resulta espeluznante.

Van Gaal no resolvió más que el criterio inicial, aquel que le condujo a obrar con prudencia. A partir de ahí el Barça fue un juguete para un Athletic que poco a poco le fue comiendo la moral, el terreno, el marcador y el partido. El Athletic fue ayer un conjunto científico que empezó mal para progresivamente ir creyendo en sí mismo y acogotar a un rival que sólo exhibía la condición oficial de líder.

Una vez más, Luis Fernández demostró que conoce a la perfección a los grandes del fútbol español. Su estrategia resultó adecuada, aunque para ello necesitó sacrificar buena parte del partido en una pelea estéticamente estéril, pero físicamente demoledora. Después los jugadores se quitaron el disfraz y apelaron a la velocidad como principal argumento. Primero Guerrero y siempre Urrutia acabaron por imponerse en el medio campo y habilitar el fútbol genial de Joseba Etxeberria, un delantero que desmontó todo el entramado defensivo del Barcelona. Reiziger no pudo con él y a cambio Etxeberría pudo con el encuentro.

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