El Valladolid agranda los males del Barça
Eusebio y Peternac acaban con la imbatibilidad azulgrana en la Liga
Puestos cada día frente al marcador para ignorar el juego, el Barça no tiene defensa el día que pierde. Y ayer claudicó en casa frente al antepenúltimo. La vuelta a la Liga resultó tan cruel como el adiós de la Copa de Europa. Ya no conviven dos equipos antagónicos en un mismo Barça. Uno y otro son una calamidad. No hay por dónde coger a un grupo que a diario pierde equipaje: anoche dejó de ser el único invicto del campeonato. Le queda el liderato. Nadie, sin embargo, da un duro por su suerte. Nada es duradero en el Barcelona. Nunca un triunfo en el Bernabéu, por ejemplo, había sido tan efímero. O Van Gaal le da ya la vuelta al calcetín o el líder tendrá el mismo trato que el colista.No jugó el Barça ni mejor ni peor que otros días. Incluso es posible que, puestos a comparar, ayer mereciera la victoria más que nunca, slimplemente por ocasiones. La diferencia radicó en que no estuvo certero. Le abandonó la puntería y sin pegada no es nadie. Igual le ocurrió con el Dinamo de Kiev. El Barcelona convierte a cada rival en un equipazo o en un equipillo. El mérito del Valladolid estuvo precisamente en ser el primer español en llevar a la práctica la tesis ya conocida de que el Barça no sólo es mal equipo, sino que resulta batible. El estadio es presa del temor a la derrota desde el primer día.
El Camp Nou resultó una cámara de tortura, tanto para quienes estaban dentro como para los de fuera de la cancha. No hay manera de que el Barça crezca, de que el fútbol arraigue, y la hinchada le va dando la espalda al equipo. No hay adónde mirar. El colectivo azulgrana se sintió huérfano desde que la pelota recorrió el primer palmo.
Mal puesto y peor aprovechado, fue incapaz de generar espacios para sacar al rival de su campo y darle velocidad al cuero. La ubicación de Reiziger como segundo marcador, volcado a la banda izquierda, hizo que Sergi se perdiera como falso volante y colisionara con Rivaldo, tan alejado de la portería como Luis Enrique. Ni la alineación de Figo como un once, para facilitar la entrada de Ciric por la derecha, garantizó un mejor despliegue.
Tiene el equipo azulgrana una tendencia innata a cerrar el campo en lugar de abrirlo. Más que trabajar para agrandarlo, se obsesiona en empequeñecerlo. Va siempre hacia dentro en lugar de hacia fuera y entonces los diestros chocan contra los zurdos. El grupo toma una dirección equivocada y facilita el transitar del conductor que va en sentido contrario.
El Valladolid anduvo siempre muy cómodo. Un gol de Eusebio en el amanecer del choque lo puso en la pista de la victoria. El colegiado lo acompañó en su recorrido con un arbitraje pésimo. El partido estuvo entrecortado, sin ritmo y a gusto del equipo que busca la contra. Jugaron los pucelanos al espacio abierto y llegaron con reiteración al marco de Hesp. Tiraron a bloque ante los monólogos azulgrana.
No tiene el Barça sentido de equipo. Juega al ritmo del que lleva la pelota. Rivaldo entretuvo ayer el juego, Luis Enrique lo disparó, Figo se lo dejó a sus espaldas en cada arrancada y Amor no pudo centrarlo porque no le abrieron la línea de pase. Ligar una jugada lleva a veces media hora. No hay una sola acción que no necesite 20 toques. Nadie juega de primera. El equipo se abandona al individualismo y anoche el punto de mira de las figuras estuvo desviado.
La misma puntería que le permitió arrimarse al liderato lo dejó tumbado. La madera devolvió dos remates, el percutor de Rivaldo se atascó en las narices de César hasta tres veces, Óscar no tuvo presencia y a Pizzi, rescatado de la enfermena cuando Van Gaal ya había tirado la carpeta -desde el banquillo sólo asomó la figura de Rexach-, únicamente le dieron tiempo para marcar el gol del honor.
El equipo azulgrana se fue al degolladero sin necesidad de matarife. El Valladolid estuvo muy escrupuloso en su faena. El segundo gol, atrapado cuando el entrenador del Barça había reorganizado la zaga -Sergi ejercía de lateral zurdo y Reiziger de marcador derecho- a costa de desorganizar la línea de medios -Ferrer operaba de volante-, le dio fe en un triunfo que ni la propia hinchada azulgrana puso en entredicho.
El Valladolid agrandó las miserias del Barcelona en lugar de esconder la humillación sufrida ante el Dinamo. El grupo barcelonista perdió anoche su único valor constatable: la capacidad de ganar sin jugar bien. Mina la confianza.
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