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Reportaje:CICLISMO

Olano se toma vacaciones y Pantani intenta engordar

Los derrotados del pasado Tour cambian de hábitos pensando en dar la batalla a Ullrich en 1998

Carlos Arribas

Objetivo: Ullrich. Olano (cuarto del último Tour y nunca en condiciones de ser una oposición seria al alemán) ha aprendido de sus errores, ha pagado con creces su estreno como líder del Banesto y ha dado una vuelta completa a sus costumbres. Se ha tomado unas vacaciones dignas de ese nombre por primera vez en su carrera, se extirpará las amígdalas y empezará a comer con sensatez vigilado por un dietista. También cambiará de médico, dejará por fin al controvertido Michele Ferrari para seguir los planes de entrenamiento de Iñaki Arratíbel, el fisiólogo de sus primeros años, y de Jesús Hoyos, el médico del equipo. Partirá de cero y mucho más tranquilo en 1998.

Pantani (tercero, exhibicionista en la montaña pero nunca con capacidad para limitar el desgaste en las contrarreloj) intentará la cuadratura del círculo: seguir siendo el único escalador puro al tiempo que, a base de ganar kilos en forma de musculatura, dejar de perder tiempo a chorros en las contrarreloj. Los ciclistas se mueven. No se conforman. Anuncian un 1998 diferente.

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En su casa, cuando volvieron del viaje, se encontraron con que había llegado un paquete remitido por el Tour de Francia. Contiene un vídeo, un CD Rom y el dossier del Tour 98. Todavía no lo ha abierto. "No quiero mirarlo todavía", dice Abraham Olano "Lo principal sigue siendo descansar". A mediados de noviembre y pensando así, ¿quién lo iba a decir del ciclista más metódico, del más obsesivo? ¡Ninguna curiosidad por conocer el terreno de su gran desafío del próximo año!Es un nuevo Olano el que quizás vio la luz el 12 de septiembre Su abandono en la Vuelta en medio de las Alpujarras, camino de Sierra Nevada, fue su caída del caballo camino de Damasco. Había llegado a un punto límite, estaba cansado, no podía dar una pedalada más. Le analizaron todo lo analizable, le revisaron de arriba a abajo, y llegaron a una conclusión: al margen de cualquier problema físico, que lo había, lo que tenía el ciclista guipuzcoano era un total agotamiento psíquico, una tensión permanente, era un hombre agobiado. Si seguía así, se destrozaría. Tenía que hacer un paréntesis, olvidarse de todo, alejarse de la bicicleta y de la tentación de volverse a, subir durante un tiempo. Tenía que tomarse unas largas vacaciones, viajar lejos, a un mundo donde no se le conociese.

Fue entonces cuando Karmele, su muje, recordó que aún no habían hecho su luna de miel, y se habían casado hace tres años. "Después de la boda (el 15 de octubre) solamente estuvimos juntos de sábado a lunes", dice Karmele. "Tony Rominger le llamó para que le enseñara a andar en pista para batir el récord de la hora y él se fue a Burdeos. Yo me quedé sola en casa". "Sí, pasé mi luna de miel con Tony", se ríe Olano.

En 1995, el año de su coronación mundial en Duitama, las vacaciones fueron un viaje compartido con otra pareja, siete días en Cancún acompañados por su amigo Manuel Fernández Ginés, el ciclista granadino, y su mujer. Era una promesa-apuesta que le había hecho a su compañero de habitación cuando nadie, sólo él, pensaba que podía ganar el Mundial colombiano.

"Y el año pasado nos fuimos a un crucero de una semana, pero hubo un temporal de cuatro días que me los pasé mareada y vomitando". Nada más, ningún día más solos y desconectados de un oficio que absorbe todo aquello que toca.

El año del ciclista es largo. 100 días de competición y otros tantos, o más, de duro entrenamiento. Corriendo hasta primeros de noviembre, con critériums y todo, un par de semanas de descanso y vuelta al entrenamiento. Y Olano, que es de los obedientes y disciplinados, de los de la escuela del entrenamiento como madre de la buena forma, no dejaba pasar ni un día sin cumplir con lo estipulado por su entrenador, Michele Ferrari, así lloviera, tronara o el cuerpo no le respondiera. Hasta este otoño, en que las vacaciones dejarían de ser un paréntesis obligado para convertirse en una necesidad vital. O cómo no sólo la bicicleta da placer.

¡Una luna de miel! "Ha sido fantástico", dice Olano de sus tres semanas en América. Un circuito por Nueva York, Toronto, las cataratas del Niágara, Washington y Filadelfia con una traca final en las playas de Cancún. Mientras, en San Sebastián, al lado de su casa, se corrían los mundiales, uno de los grandes objetivos a comienzos de temporada de Olano. Unas carreras de las que ni se enteró. "Leyendo el New York Times, un día desayunando", dice Karmele, "nos enteramos de que Jalabert había ganado el Mundial contrarreloj. Dijimos 'jopé' y nada más. Fue todo el contacto que tuvimos con el Mundial". Eso sí que es desconectar. Hasta se olvidó de pasar hambre; volvió a recordar que al mediodía también se come. Y pese a todo, sólo engordó unos tres kilos. "Fuimos a eso y creo que lo conseguimos", dice Olano. "Han sido unas vacaciones que he cogido muy a gusto".

Y ahí está, a 10 de noviembre y sin haberse subido todavía en la bicicleta, casi mes y medio después de la última vez, el mayor lapso de su carrera. Disfrutando de unos días en su casa, jugando a pala con sus hermanos y paseando. "Pero no crea, tengo monillo de bici", dice el ciclista. "Tengo que estar poniéndole el freno", dice su mujer, que parece la primera conversa. Ella, la que le animaba, la que sufría contenta sus ausencias y su trabajo, sacrificándose contenta para ayudarle a él a sacrificarse con gusto; la que le acompañaba en las concentraciones con una moto para que se ejercitara detrás de ella, la que cocinaba y hacía de todo; la que le acompañaba a Italia a visitar la consulta del doctor Ferrari; ella, la primera convencida de que lo fundamental era la carrera del marido, ahora le ayuda a olvidarse de la bicicleta durante un tiempo; a olvidarse de tensiones, presiones y responsabilidad.

"A ver si empiezo a pasear suave,suave..." termina Olano. Después, natación, también suave, suave, gimnasio y musculación y mountain bike por el bosque. Como si fuera una cura de desintoxicación. Que de eso se trataba. ¿O no?

Cómo ganar cinco kilos

Induráin: 1,88 metros y,80 kilos; Pantani: 1,72 metros y 56 kilos. Dos casos extremos. Un asunto de potencia: 600 watios frente a 450. Si para Induráin pesar 10 kilos más que los escaladores medios y 20 más que los puros suponía un esfuerzo suplementario en la montaña para estar a su altura, para Marco Pantani pesar 15 kilos menos que los grandes rodadores (UlIrich, Zülle, Olano) supone una pérdida segura de varios segundos por kilómetro en las contrarreloj, más de los que su delgadez puede contrarestar en la montaña.Ésas son las cuentas que hace el más espectacular de los escaladores. Cálculos que le han llevado a tomar una decisión espectacular. Si las grandes cilindradas -Induráin, Olano, Riis, UlIrich- adelgazaron para poder estar a la altura en la montaña, él, el ágil ángel de las arrancadas imposibles sobre paredes del 11%, engordará para poder estar a su altura en las contrarreloj, o, por lo menos, para no perder tanto tiempo. "Si quiero ganar un Tour como el del 98 [116 kilómetros contrarreloj y sólo dos llegadas en alto] tendré que arriesgarme a engordar cinco kilos, musculando en el gimnasio, para aumentar mi potencia, esperando al mismo tiempo conservar mi gran capacidad en subida", ha declarado en La Gazzetta dello Sport.

"Sería una gran ganancia para las contrarreloj", dice Jesús Hoyos, médico y preparador del Banesto. "Ganará fuerza, aunque luego en Alpe d'Huez, por ejemplo, no podrá sacar tanto a los demás". "Ganará fuerzade pedaleo", dice Iñaki Arratíbel, médico y preparador de Olano. "En el fondo, todo viene de la relación peso/potencia y cuando el peso se gana en musculatura, sale ganando siempre la ganancia de fuerza".

Traición, pueden gritar los puristas. El propio Pantani, incluso. El mayor orgullo del escalador calvo es el de sentirse solo por delante de los demás, el sentirse único en su género. Todo ello, impulsado por una fuerza que nace de su tremenda agilidad para mover pequeños desarrollos en lo más duro de las pendientes, dar el hachazo y ser capaz de mantener el ritmo. Sin embargo, si hipertrofia su pequeña musculatura, si desarrolla sus cuádriceps, deberá cambiar de forma de subir, será uno más de los que suben a base de potencia. Deberá asimilar el nuevo estilo, superar la sensación de tener las piernas hinchadas, que a muchos que han seguido el mismo camino, les ha impedido desarrollar tal potencial en movimiento. Dejará de ser el Pantani espectacular e imprevisible que ha logrado forjarse una leyenda.

Pero sólo en teoría. Pantani calcula que con cinco kilos de músculos de más, lograría una ganancia de tres segundos por kilómetro en las contrarreloj. Con relación a Ullrich, el pasado Tour (125 kilómetros contrarreloj) perdió 8m 21s en las pruebas cronometradas, es decir, cuatro segundos por kilómetro. Así, que si su plan funciona, en 1998 (117 kilómetros contrarreloj) sólo perderá dos minutos. Y aun así, tampoco las cuentas le salen. Pantani, tercero en el último Tour, acabó a l4m 3s de Ullrich. No sólo perdió tiempo en las contrarreloj, también lo perdió (3m 48s) en el llano -caídas y cortes imprevistos- y también, sí, también, en la montaña, donde, pese a ganar a lo grande y en solitario dos etapas (Alpe d'Huez y Morzine), cedió en total dos minutos al alemán.

Así, ¿qué sentido tiene el nuevo Pantani? Si se supone que mejorar en las contrarreloj le hará perder en la montaña, ¿dónde piensa ganar el Tour?

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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