El pobre Óscar
En el Quai Voltaire, París, recuerdo al pasar a Óscar Wilde, que murió en un hotel: su habitación aún se alquila. El enfermo señaló el papel de la pared, con un floreado repetido hasta el infinito, y dijo: "Uno de los dos tiene que irse": murió él, el papel permanece. Allí le conocieron los hermanos Machado: algo me contó Manuel. Ahora lo recuerdo por una película en la que le representa Stephen Fry, excelente actor y divertido novelista (traducido en España). Como actor tuvo hace un par de años un ataque de pánico y escapó del escenario: apareció dos meses después. En sus novelas ha heredado algo de Wilde, de su burla de una clase que ha perdido poder, pero no comicidad. Como aquí.Wilde fue condenado a trabajos forzados por pederastia. Acortaron su vida: pero dieron dos obras fundamentales y universales: De profundis y La balada de la cárcel de Reading. Aquí gustan sus divertidas comedias: se hacen grotescamente mal. No sabemos imitar la alta clase inglesa del XIX y burlamos de ella. Lo nuestro es Benavente, Gala, Buero (el Siglo de Oro tampoco nos sale bien).
Hoy volverían a encarcelar a Wilde. Si hubiera nacido algunos años después de la infortunada época en que le nacieron (1854), fuera del puritanismo de la reina Victoria (pero ¿qué pasó entre ella y su palafrenero? ¿Fue uno de sus hijos Jack el Destripador?), se habría librado. Tampoco tendría que haber nacido mucho más tarde: si fuera de nuestra época, caería: se juzga gente por cosas parecidas, y en Francia (y otros países) condenan a fuertes penas a los- que pecaron en el extranjero; la ministra de Justicia va a hacer aquí lo mismo. ¿Se puede juzgar a un súbdito por un acto cometido en un país donde no es delito? Sin duda: se hace. No le basta a la ministra con el juicio de Sevilla, con el caso llamado Arny. Hay una confusión de seductores, de corruptores, de incitadores: quizá lo sean los menores, si es que existen en este caso, los que corrompieron y tentaron. Ésta es una confusión muy frecuente, y en los casos heterosexuales, pero escapa de la corrección política decirlo.
(Tampoco hay que irse a extremos: puede ser una cuestión de acuerdo, como el caso del pobre Wilde, en la que hubo amor real, y el joven lord Douglas quiso seguir con él después del drama. Uno de esos antiguos amores sin pago: los dos eran ricos. El castigo igual: como ahora, en tiempos de los puritanos de Washington que extienden por el mundo sus cautelas y sus angustias. Y la proyección de sus represiones).
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