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FÚTBOL: OCTAVA JORNADA DE LIGA

La ruleta jugó con el Atlético

El equipo rojiblanco debió golear al Espanyol, pero se encontró con la falta de fortuna

Santiago Segurola

Alguien juega a los dados en el fútbol, porque si no es imposible explicar la victoria del Espanyol en el Manzanares. Ganó por la parte de juego que tiene el fútbol, pero el juego de casino, ruleta y suerte. El resultado no tiene nada que ver con el desarrollo de un partido que el Espanyol jugó muy mal y que el Atlético lo perdió por falta de fortuna y por exceso de aceleración. Le faltó pausa para batir a un adversario flojisimo, que se aprovechó de su débil comienzo. Y para rematar el extraño signo del duelo, hubo un gol memorable, a la altura de los más grandes que se han producido en este campeonato de tantos hermosísimos. Galca, que había pasado de puntillas por el partido, embocó de chueca un tiro libre prodigioso y muy complejo, porque el remate se produjo desde la izquierda y el rumano es zurdo cerrado. La pelota entró con violencia y precisión por el primer ángulo ante el asombro general. Otro gol para la videoteca.El Espanyol cogió al Atlético con la guardia baja en el arranque del partido y consiguió el rédito que necesitaba. Como ocurre después de periodos expansivos, y el Atlético ha pasado por uno excepcional, suele producirse una regresión que tiene que ver con el exceso de confianza o con la imposibilidad de mantener la adrenalina en los niveles máximos. Antes de retomar su grado habitual de intensidad, el Atlético fue víctima de sus distracciones y de una cierta pereza. Fue un bache de quince minutos que condicionó el desarrollo del encuentro. El Espanyol se encontró con un gol en los primeros minutos y lo defendió mal que bien hasta el final.

Durante el primer cuarto de hora, el Espanyol jugó con comodidad y bastante criterio. Disponía del balón y lo usaba en el campo rojiblanco. Se favorecía de la cadena de errores del Atlético, que marcaba mal, estaba dividido en el medio campo y no encontraba la manera de imponer su estilo rápido y directo. En el medio campo era más robusto el Espanyol y a partir de ahí sacaba toda la ventaja. Aunque el gol no fue consecuencia del juego, sirvió para dar fe del estado del partido. El Espanyol era mejor hasta entonces.

El tanto entra en el anecdotario del fútbol. Por primera vez en su carrera, Kiko marcó en su portería. Se desorientó y cabeceó al revés un saque de córner. Debió ser por el hambre de gol que tienen los jugadores de Antic. La acción fue el corolario a una excelente jugada previa del Espanyol: Oudec se tiró hacia la banda derecha, alcanzó un pase corrido de Cristóbal, superó a Molina en la salida, se cerró el ángulo de tiro y resolvió como pudo. Andrei sacó la pelota de la raya y la envió fuera. Del córner vino el gol.

Desde ese momento, el Espanyol fue una vulgaridad, el mismo equipo que salió ganador por casualidad frente al Betis. Pero el fútbol tiene estas cosas. El Atlético, que tuvo partes defectuosas, fue incuestionablemente mejor. En algunos momentos barrió al Espanyol, que estuvo más defendido por la fortuna que por el rigor de sus zagueros. Juninho y Kiko tuvieron un espacio precioso para jugar entre líneas, porque los defensores del Espanyol recibían en el área y los centrocampistas estaban treinta metros por delante. Además de la incidencia de la fortuna en el partido, que fue crucial en la victoria del Espanyol, el único problema del Atlético fue la ansiedad, o sea, la diferencia entre resolver con tranquilidad o con la angustia del resultado.

Algunas leves imprecisiones y desde luego la mala suerte impidieron la victoria del Atlético, que alcanzó una docena de ocasiones, algunas muy notables: un mal globo de Bogdanovic frente a un indefenso Toni, una cabalgada mal resuelta por Lardín, un remate junto al palo de Juninho después de una hermosa cadena de fintas y amagos, el despeje de Ton¡ tras el cabezazo de Bogdanovic. Eso en la primera parte. La segunda fue un catálogo de oportunidades del Atlético: rosca de Bogdanovic, incursión en tromba y tiro alto de Geli, remate contra el palo de Kiko. Todo eso en medio del bombardeo continuo sobre el área de Toni.

Demasiado bombardeo quizá. Porque tanto apretón limitó la claridad de los jugadores del Atlético. Por la derecha, José Mar¡ decepcionó; los laterales apenas tuvieron presencia y ninguno de los medios centro. -Vizcaíno primero y Bejbldespués- fue determinante. Pero de estos partidos el Atlético gana diez de diez. Menos cuando entra en danza la suerte, la casualidad o como se llame. Es decir lo que convierte al fútbol en juego, en un ejercicio que tiene una parte indescifrable, que evidentemente se escapa a cualquier lectura lógica, una cosa tan inesperada como el gol de Galca en el último minuto. Un gol prodigioso para un equipo que no mereció la victoria, para un jugador excelente que había pasado desapercibido y para la cuenta de goles formidables de este campeonato.

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