Una opción bien ejercida
La concesión del Nobel de Economía de 1997 a los profesores Robert Merton y Myron Scholes es una buena noticia, en primer lugar para el conjunto de los estudiosos de la economía, ya que la continuidad de dicho premio, que no corresponde a la herencia de Alfred Nobel, ha estado en el aire. En segundo lugar, este nuevo premio representa una excelente noticia para los estudiosos y profesionales de las finanzas, ya que los dos galardonados lo han sido por sus descubrimientos de nuevos métodos en la valoración de opciones y, por extensión, de todo tipo de instrumentos financieros derivados o contingentes, con una rigurosa fundamentación científica, al mismo tiempo que con un elevado grado de aplicabilidad en los mercados. Los galardonados no deberían haber sido dos, sino tres, y el tercero Fisher Black, ya fallecido. Black, Myron y Scholes descubrieron y publicaron en 1973, el mismo año en que se abría en Chicago el primer mercado organizado de opciones financieras del mundo, la fórmula BlackScholes, el primer método de valoración racional de opciones científicamente correcto.
La potencia de dicha fórmula de valoración se basa, además, en depender de un número reducido de variables, cinco, todas ellas observables, excepto la más característica de las opciones: la volatilidad, expresiva del riesgo-precio al que las opciones y los instrumentos derivados en general intentan dar cobertura en beneficio de los agentes económicos que lo soportan.
Merton también ha realizado aportaciones decisivas a la teoría racional de las opciones como instrumentos contingentes, analizando las propiedades que deben cumplir en relación con sus activos subyacentes.
La fórmula de valoración de opciones de Black y Scholes y sus desarrollos posteriores pueden considerarse, sin ningún género de dudas, el resultado teórico con mayor aplicación en la práctica de toda la ciencia económica, lo cual se explica porque ha contribuido a resolver, de una forma desconocida hasta entonces, un importante problema: la valoración de la contingencia. Si tenemos en cuenta que, en general, todos los activos, reales o financieros son, de uno u otro modo, más o menos contingentes, resulta obvio que conocer una fórmula científicamente, correcta, dentro de sus postulados de partida, para efectuar dicha valoración constituye un avance espectacular.
Conviene recordar que algo tan sencillo como un billete de lotería es un activo contingente cuyo valor, ex post, independientemente de lo que haya costado en su momento, es muy fácil de determinar: o bien no vale nada, por no haber sido premiado, o bien vale el importe del premio recibido, que puede ser, en ocasiones, muy elevado. Precisamente, aunque la esperanza de que un individuo gane el premio gordo de la lotería es muy pequeña, los compradores de la misma valoran el elemento contingente de que puedan ser agraciados con este premio.
Las opciones pueden contemplarse, entonces, como billetes de lotería, pero que no son emitidos por el Estado sino por un agente económico privado que, lógicamente, debe fijar un precio suficientemente compensador del riesgo asumido frente al comprador de la opción, a quien, a su vez, no le interesa más que pagar el precio justo por las opciones que adquiera. La determinación de este precio justo es lo que, en último término, intenta determinar la fórmula de Black-Scholes, o cualquiera de sus variantes, posibilitando así la trepidante negociación de opciones en los distintos mercados de las mismas existentes en el mundo.
La importancia que las opciones han alcanzado en el sistema financiero de la sociedad actual no viene explicada sólo por los importantes volúmenes de contratación. en los mercados de opciones explícitas, sino sobre todo por la presencia de opciones implícitas en una amplia gama de activos de uso cotidiano en las decisiones financieras de empresas y particulares.
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