Cena en familia
Los padres de los novios se reúnen con las casas reales en el palacete Albéniz
Los padres de los novios recibieron anoche en el palacete Albéniz a unos 350 invitados, mayormente miembros de la realeza y la aristocracia internacionales, como prólogo a la ceremonia nupcial de hoy. La familia real española y el novio estaban ya en el palacete cuando, poco antes de las 20,30, llegaron los señores de Urdangarín. Unos diez minutos más tarde, el grupo familiar al completo salió al portal para iniciar su función como anfitriones.Bajo las cámaras de los fotógrafos y las miradas furtivas de los lanceros en uniforme de gala, don Juan Carlos y doña Sofía, los señores de Urdangarín, los duques de Lugo, el príncipe de Asturias y los novios, Cristina e Iñaki, se alinearon en la breve explanada frontal del edificio y comenzó la ceremonia. El grueso de los invitados -sólo los jefes de Estado pudieron hacer uso de automóvil privado- había llegado en autocares y esperaba ya al fondo del jardín, entre abrazos, saludos y charlas más o menos políglotas acerca del buen tiempo y las pasadas vacaciones.
Los recibimientos fueron, en general, informales. El rey, primero de la fila, decía un simple "hola" o bromeaba con el invitado. La reina lucía un vestido recamado en tonos dorados y la duquesa de Lugo, muy bella, un corpiño negro escotado y una falda recamada en plata. La novia optó por un vestido azul aturquesado. La mayoría de los invitados varones vestía de esmoquin negro, aunque no faltaron las chaquetas blancas y hasta hubo -aristocracia. alemana- quien se embutió en tela verde. Abundaba la gomina, pero nadie apostó tan decididamente por ella como Jaime de Marichalar.
Evidentemente, los invitados eran mejor conocidos por la familia de la novia que por la del novio. Cristina de Borbón asistió ocasionalmente a Urdangarín, con discretos comentarios, mientras el balonmanista, sonrojado en el algún momento, hacía frente a las felicitaciones confianzudas del gotha mundial.
Pocas veces se reúnen grupos como el de anoche. Como si las páginas más lucidas de la revista ¡Hola! hubieran cobrado vida, lo mejor de cada casa -desde los reyes de Noruega al príncipe Rainiero de Mónaco y su hijo Alberto, pasando por la exiliada familia real iraní o el príncipe Eduardo de Inglaterra- se adentró desde las profundidades tibias del jardín hasta el generoso bufete previo a. la cena: pastel de cigalas y verduritas a la vinagreta de olivas negras, perdiz rellena a la catalana y delicadezas de nata al turrón de Jijona y chocolate, en el ámbito sólido; y Milmanda de 1996, Vega Sicilia de 1974 y cava, por la parte líquida. Concluido el recibimiento, los lanceros guardaron el arma en su funda y las cámaras desaparecieron del jardín.
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