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El 'rap' entra en el Vaticano

Religiosos jovenes celebran un festival de música y baile en la sala de audiencias del Vaticano

, Sobre el amplio escenario, una veintena de monjas vestidas con hábitos grises hasta la pantorrilla y calzadas con zapatillas dé deporte se agitaban con frenesí siguiendo el ritmo de una cancioncilla rap. En el centro del grupo, un joven vestido de fraile cantaba y bailaba al mismo son. Y el auditorio, integrado por unos 10.000 sacerdotes y monjas -entre ellos, los 850 participantes en el congreso internacional juvenil de religiosos y religiosas-, aplaudía a rabiar.Lo que a primera vista hubiera parecido el escenario de rodaje de una película de Pedro Almodóvar, era en realidad un gran happening de música y danza organizado el martes por un sector del clero juvenil en el aula Pablo VI del Vaticano, donde el Papa suele celebrar las audiencias multitudinarias, en espera precisamente de la llegada de Karol Wojtyla.

La Iglesia católica demostraba nuevamente así su vocación de modernidad tras el éxito de convocatoria del concierto que cerró el sábado pasado el Cóngreso Eucarístico italiano en Bolonia, en el que un decrépito Bob Dylan actuó ante Juan Pablo II y más de 300,000 jóvenes. El festival musical del martes fue más lejos, porque, en lugar de héroes madurísimos del rock, presentó en escena a religiosos de carne y hueso, como el fraile pasionista Máurizio de Sanctis, un antiguo bailarín clásico, interpretando en directo una composición propia, Religious rap, con extraordinaria convicción.

De Sanctis, que combinaba su severo atuendo de fraile con una gorra y zapatillas de deporte causó sensación, igual que el coro de religiosas que le acompañaba moviéndose a un desenfrenado ritmo discotequero.

Más adelante, un franciscano capuchino, Giuseppe Rosati, apareció en escena disfrazado de payaso. Entre gritos de admiración de la presentadora del evento: "¡Tenía que ser un capuchino, tenía que ser un capuchino!'', repetía, Rosati se despojó parsimoniosamente del disfraz, bajo el que lucía el hábito marrón de su congregación. Rosáti parece que tiene tablas en el mundo del espectáculo, ya que el 20 de septiembre participó en Assisi en una actuación del grupo Nomadi, tocó la batería y bailó acompañando al líder del grupo.

No todo fue música en el aula.. Entre actuación y actuación, varios religiosos intervinieron relatando experiencias concretas sobre el tema de las vocaciones y de la santidad. Entre las más aplaudidas, la intervención de la hermana Nirmala, sucesora de la madre Teresa de Calcuta, fallecida el mes pasado al frente de las misioneras de la Caridad y del anciano sacerdote Jean Pierre Schumacher, único superviviente de la matanza de padres trapenses perpetrada en Argelia en 1996.

Por último, Juan Pablo II, qué en un par de días emprenderá un nuevo viaje pastoral, esta vez a Brasil, hizo acto de presencia en el aula provocando una ovación general. El Papa invitó a los congregados a buscar "una auténtica sabiduría de la vida". "Esta sabiduría, queridos jóvenes", añadió el Pontífice, "está en el sabor del misterio dé Dios y en el gustó de la intimidad divina, pero también en la belleza de estar juntos en su nombre".

Juan Pablo II se mostró encantado de ver a tantos jóvenes religiosos en tiempos difíciles de escasez de vocaciones, y recordó, nuevamente, sus visitas a París y Bolonia, donde también se vio rodeado de jóvenes. Pero, en esta ocasión, al contrario que en la del Congreso Eucarístico, el Papá no estuvo presente en el auditorio mientras se celebraba el modesto festival musical. Un acierto, piensan quienes, cómo el cantautor católico Antonello Venditti; se sintieron decepcionados viendo al Papa aplaudir a Bob Dylan el sábado 27 de septiembre, "cuando debiera haber estado en Asís, con las víctimas del terremoto. ¿Adónde habría ido Cristo?.

Críticas que rezuman resentimiento porque al gran evento del sábado no fueron invitados ni Venditti, ni ninguno de los cantautores más conocidos por hacer proselitismo católico con su música. ¿Por qué no se les invitó?, se han preguntado unos y otros desde que se supo que había un concierto en marcha. Venditti les contesta a todos: "Porque no ha sido una elección de la Iglesia, sino, de la televisión. Su poder destruye las cosas más puras. Sólo importan los ocho millones de audiencia".

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