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"De orden del señor alcalde..."

Andrés López Salinero, antiguo alguacil de Móstoles, es el único pregonero mayor de España

¿Hay que pagar al pregonero? En medio de una polémica que ha destapado el caché de los famosos por animar a los vecinos a sacarles jugo a sus fiestas patronales, llega el pregonero mayor de España, Andrés López Salinero, suelta en Móstoles un pregón que arranca más olés que una primera figura y no cobra una peseta. Paradójicamente, cuando a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta informaba oficialmente de cuanto ocurría en esta localidad madrileña a su millar y medio de vecinos, ganaba un duro por pregón. Por eso no quiere entrar en el debate. "Yo ahí no me meto, que cada cual haga lo que crea. Pero sí me pregunto una cosa, ¿si siempre ha existido un oficio tan bonito como éste, por qué ahora no nos llaman?"La respuesta parece sencilla, ya no quedan pregoneros. Han bastado treinta años para que ese oficio "tan bonito" desapareciera. Cuando este salmantino de 62 años consiguió en 1961 el título nacional, organizado por la emisora sindical de Granada, había pregoneros en casi todos los municipios. Eran los boletines oficiales parlantes de los Ayuntamientos y con ellos se tuvo que medir Andrés, primero en la plaza Mayor de Madrid, para ganar el título provincial, y después en Granada, en una final en la que participaron representantes de todas las provincias españolas. Como curiosidad, sólo participó una mujer, la pregonera del municipio abulense de El Barraco.

Andrés representaba a Móstoles, ataviado como en 1808 lo hiciera Andrés Torrejón, su famoso alcalde. En casa había dejado su gorra de plato, con las iniciales AM (alguacil municipal) flanqueando el águila imperial, la chaqueta también con iniciales y la faja. Llevaba, eso sí, su trompetilla, esa que anunciaba al vecindario su paso. Para desbancar a sus rivales, tuvo que lanzar tres pregones.

Uno se lo habían dado preparado, otro tuvo que improvisarlo y un tercero, leerlo. "Así comprobaban las facultades que tiene que tener todo pregonero: saber leer, saber improvisar y saber componer". El mostoleño de adopción arrasó con su particular arte y revalidó el título en el segundo concurso, celebrado tres años más tarde, en 1964.

Como no se volvió a convocar el certamen, Andrés ha sido, es y será el único pregonero mayor del reino. En 1954, Andrés dejó Alba de Tormes, donde había, nacido, para hacer la mili en Móstoles. Entonces, esta ciudad, hoy la segunda de la región en población, apenas superaba el millar y medio de habitantes y vivía fundamentalmente del campo.Por una mujer

Una mujer, Elena, y las buenas perspectivas laborales le llevaron a instalarse definitivamente en el pueblo. Primero trabajó en una herrería afilando los aperos de labranza, luego entró en el Ayuntamiento para recoger la basura con un carro y una mula y, finalmente, le nombraron alguacil. "Era la máxima autoridad del pueblo, porque, al no haber Policía Municipal, sólo estábamos la Guardia Civil y yo".Además de velar por las buenas relaciones de vecindad, de apercibir a los chavales que pisaban los bancos del parque o de suplir al enterrador, al cartero o al lechero en caso de ausencia, Andrés se convirtió en la voz del alcalde. "El cargo de alguacil llevaba añadido el de pregonero. Los pregones me los pagaban aparte, a duro cada uno". Para hacerse una idea de sus emolumentos, en 1966 el sueldo de alguacil ascendía a 750 pesetas al mes, más uña media de 20 pesetas por los pregones.

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"En Móstoles habré echado más de mil y me acuerdo de casi todos. Daba más o menos uno por semana, salvo cuando venían los vendedores ambulantes, que eran los que más trabajo me daban". De orden del señor alcalde, Andrés hacía saber a los mostoleños el pago de los impuestos, el programa de fiestas, la llegada de los meloneros e, incluso, de los directores de cine buscando extras en el pueblo para películas como La hija de Juan Simón, de Antonio Molina; El hombre que viajaba despacito, de Gila, o Nada menos que un arcángel de Fernando Sancho. "Yo siempre recomiendo las dos primeras porque se rodaron en gran parte en Móstoles". Su particular salto a la fama, convertido en pregonero mayor de España, le embarcó durante tres años consecutivos en las giras veraniegas que organizaban Peregrinos de la Caridad para llevar lo mejor del españolismo a los emigrantes dispersos por Francia y Alemania. "Sus traemos", les recitaba, "artistas del cante, literatos y toreros/ gentes de toa la calaña / que en el fondo son tós ellos/ personas de buena andanza". Se refería a Marisol, Aurora Bautista, Rocío Dúrcal, Perla Cristal o Victoriano Valencia.

Con ellos compartía el cartel, pero no dudaba en regresar a su modesta casa, una planta baja junto a lo que hoy son los juzgados. "Nunca se me subieron los humos asegura.

Cuando Móstoles empezó a crecer y la industria se fue poco a poco asentando en sus alrededores, Andrés dejó el Ayuntamiento por una fábrica de electrónica, donde duplicaba el sueldo. Eran principios de. los setenta y los bandos ya se imprimían y pegaban por las fachadas.

Además, la radio estaba matando, según él, la estrella del pregonero. "La prensa es la heredera natural de este oficio, pero yo creo que un pregón quien lo tiene que echar realmente es el pregonero", afirma. Aun, así, Andrés siguió anunciando las fiestas hasta entrado los ochenta.

Hoy, a sus 62 años y jubilado por problemas de salud, ha vuelto a conocer una efímera fama gracias a las fiestas de este año.

"Les agradezco mucho al Ayuntamiento y a las penas que se hayan acordado de mí", afirma mientras lamenta las dimensiones que ha cobrado el pueblo y que le han hecho perder el contacto con sus vecinos de antaño. "Cada uno vive en una punta. Algunas veces, pero pocas nos reunimos todavía de tertulia", dice.

Ahora reparte su tiempo entre la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde sigue ejerciendo de sacristán, toca el órgano y ayuda al párroco, y en la elaboración de un libro sobre Móstoles que quiere publicar dentro de poco.

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