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Tribuna
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Borbones y avivados

Llego a mi ciudad natal para ver si se me pega algo del ambiente lujurioso reinante, pero ni caso: en esta tierra mía de Barcelona, la lujuria, que existe, va por dentro; no así la procesión del bodorrio, que será externa y, al menos, con una mirona de honor, Mercedes de García Márquez, y quien sabe si también el propio Gabo, pues ambos se encuentran aquí y expresaron su interés por saber si el cortejo desfilaría delante de su piso del paseo de Gràcia. Claro que sí: será la vez en que alguna gente del querido cortejo pasará más cerca de un libro o, en su defecto, de un autor.También he venido, a qué negarlo, conmovida por lo que preveo ya como la definitiva reconciliación entre mis compatriotas y yo misma con aquel Felipe V que nos metió como quien dice en lo más hondo del Fossar de les Moreres y, lo que aún es más grave, nos obligó a aguantar a la Rahola por tierra, mar, aire y Colom.

No me refiero a que, en sí mismo, el Evento constituya motivo de reconciliación entre los catalanes y estos Borbones, pues todos nos llevamos muy bien, sobre todo desde que les colocamos a su hija en La Caixa. Pero no me negarán que será un puntazo -una especie de pacto de sangre- digno del acto final de Romeo y Julieta que nazcan aquí, en la vera y propia Barcelona, sus futuros hijos: si no yerro, los primeros Borbones xarnegos, dignos de figurar en el museo de las mezclas de sangre junto al Pijoaparte y, por qué no decirlo, servidora.

Nada más llegar me di un garbeo y comprobé lo que ya sabía. Que esto no es Sevilla -personalmente, añadiría que loados sean por ello los cielos: una siempre teme fallecer, junto al Guadalquivir, de un ataque de grasia- , y que vamos a ver cómo se llenan los kilómetros de trayecto que los novios (ida) y cónyuges (vuelta) recorrerán en el Rolls de Franco, que ahora se ve purificado por el amor de una infanta y un deportista (si la Brigada Anti Cursis ha pensado en detenerme, proceda primero a enchironar a los jefazos de RTVE que ponen boquitas de piñón refiriéndose al Acontecimiento, y que en vez de boda dicen enlace matrimonial).

Lo que a mí me inquieta más es esta sensación de que el cava que se beberá en el banquete puede hallarse en todas partes. Aunque otro periódico desveló su verdadero origen, la cosa no está clara, y una tiene la impresión de que, como Dios o como el asesino sociópata en serie, en cualquier momento puede surgir en cualquier esquina, para ahogarme con sus burbujas.

Un avivado tendero de Gràcia ha tenido el acierto de aprovecharse, montando un escaparate con, fotos de los contrayentes, una botella de la marca que él vende y un amenazante cartel que reza así: "Este cava podría ser el que se servirá en Su Boda". Da escalofríos.

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