_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Privacidad (?)

No hace falta ser reina de corazones ni aun plebeya y famosa sin mover un dedo por el mero parentesco con un progenitor o progenitora famoso. Tampoco el ciudadano corriente y moliente de un Madrid, pongo por caso, tiene el anonimato garantizado. Nada importa que sea un tipo gris, no consumista, ajeno a las pompas y vanidades de los saraos sociales, satisfecho con vivir (o incluso ir tirando o intentarlo) y dejar vivir; entregado a su trabajo, si hay suerte, y a la familia cristiana, of course. O sea, un santo. ¿Respetarán su imagen las videocámaras callejeras?Pero hay más: su santidad, precisamente, le convierte en víctima propiciatoria de una red de espionaje informático que en ocasiones deja chiquito al Big Brother de George Orwell. ¿A quién se le ocurre vivir 30 años en la misa casa, estar casado todo ese tiempo con la misma señora, mantener la cuenta corriente en el mismo banco, cumplir con rigor todas sus obligaciones cívicas? Para empezar, ese banco no corresponde a su fidelidad, le traiciona con un taimado galán llamado Ayuntamiento, de modo que a la primera multa de la ORA, inocua para la mayoría, a él -tras el oportuno requerimiento ejecutivo, la providencia de embargo y demás zarandajas- le succionan los cuartos de su antañona cuenta.

¿Qué tenemos aquí?: una violación de la intimidad bancaria y postal. Por la vía postal a secas la intrusión es permanente, cada vez más pintoresca, universal, cósmica. Muchos de los intrusos pretenden venderle a nuestro héroe, sencillamente, estupendas mamarrachadas en cómodos plazos, pero cada vez recibe más comunicaciones de espontáneos y cariñosos mecenas que le ofrecen dinero, coches, fastuosos viajes, de todo. Al principio, hasta le enorgullecía un poco, en su modestia, haberse convertido en el epicentro de la filantropía internacional. Ahora está ya un poco abrumado, aburrido. Nunca tiene tiempo para desentrañar la letra pequeña de la oferta, cambiar de sitio tal cuponcito, comprender del todo qué se espera de él en contrapartida de tan mayestáticos regalos.

Hombre, no todo entraña las mismas dificultades; hay cosas facilitas. El "Grupo X", por ejemplo (no dice a qué se dedica), le regala un "mediano paquete" (no aclara el contenido) por acudir a un hotel madrileño (no indica para qué). Si le acompaña su santa, recibirá además una fabulosa cámara fotográfica y un bonito reloj de pared. Es bastante. misterioso, pero está chupao. Por el contrario, no consigue descifrar las instrucciones de una conocida revista norteamericana de divulgación, y eso que dice bien claro por todas partes que a lo mejor le debe ya 750.000 pesetas que pueden convertirse en 20 millones si hace no sé qué. Viene su propio nombre y todo un baile de cifras y premios, pero se queda extenuado enseguida, renuncia.

Tras tomarse una tila y asomar la cabeza por la ventana del patio para respirar un poco (casi le atizan un cascotazo los de la obra de arriba), continúa investigando el hombre dispuesto a vencer o morir. Ahora es un. club literario español quien le comunica, con su propio nombre bien gordo en el encabezamiento, que "ya puede haber ganado 16 millones de pesetas", ¡caray!, y que si contesta rápidamente podrían convertirse en 21.400 millones, icarav y caray! Por las páginas interiores se habla de un Mercedes SLK, "dos magníficos regalos", etcétera. Acaba cansadísimo y renuncia, pero enseguida hace de tripas corazón y pasa a examinar una oferta de la lotería alemana. Si sus ojos no le engañan, parece que le brindan la oportunidad de ganar los viernes un billón de marcos. Demasié.

Está muy tocado, pero aún tiene fuerzas para examinar la propuesta de una revista multinacional estadounidense (aquí no hay violación postal, está suscrito). Le comunican que el 95% de los presuntos competidores en su barrio madrileño ha sido eliminado ya mediante previo sorteo (supone que en los demás barrios de la aldea global también), así que forma parte del privilegiado 5% que accede a los 10.004 premios que rifan, incluido un gordo de 1.666.675 dólares. Por cierto, ¿desearía cobrarlo en dólares o en pesetas? Conteste rápido, please, para irlo preparando ... And so on (y así sucesivamente).

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_