El Estado delincuente
Transcurridos 40 o 50 años después de haber cometido la fechoría, el Estado delincuente, si es democrático, se disculpa. En Australia se ha disculpado por arrebatar las crías a los indígenas para dárselas a los blancos. En Francia faltan 30 o 40 años para que el Estado se disculpe por haber matado a ecologistas opuestos a las pruebas nucleares. En España, un tiempo similar para que el Estado democrático se disculpe por las guerras sucias emprendidas desde aquella gran guerra sucia que fue la guerra civil o por el uso de mendigos cobaya. Pero estamos hablando de calderilla ética. Lo que sobrecoge es que el Estado, que ha representado al imperio del Bien durante la guerra fría, pida disculpas por haber utilizado a ciudadanos como conejillos de Indias de experimentos nucleares. Ciudadanos de segunda, eso sí; por ejemplo, esquimales o marginados sociales o étnicos que siempre sobran, que nunca se sabe qué hacer con ellos.Confirmada la noticia, no se conocen las reacciones ciudadanas. Ni siquiera el Santo Padre ha dicho esta boca es mía, dedicadas todas las terminales energías del venerable anciano en la cruzada contra el preservativo. Tampoco los cruzados defensores de los valores humanos durante la guerra fría se han mostrado ni siquiera conturbados ante la evidencia de que para salvar los valores occidentales ha habido que radiactivar a una parte de la ciudadanía. Comprendo que hay otras preocupaciones más determinantes y que no está la caverna mediática para saturarse aún más con sombras de la realidad del pasado. Pero me planteo un juego televisivo: un viaje para dos a un atomizado atolón francés de los mares del Sur en el 2040 si se adivina qué fechorías está cometiendo ahora cualquier Estado delincuente por las que pedirá disculpas dentro de 40 años.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.