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Reportaje:GATOS PARDOS

Donde da la vuelta el agua

El recinto del Juan Carlos I ofrece la magia de su fuente cibernética y un paseo junto a canales y surtidores

¿Quién no se ha detenido frente a un arroyo, una cascada 0 una fuente a observar cómo el curso del agua se entreteje con el de los propios pensamientos? Si además su fluir se acompasa con las notas de una canción y su transparencia se tiñe, de mil colores, el espectáculo está asegurado: es la fuente cibernética, en el auditorio del parque de Juan Carlos I.Con ese anzuelo, centenares de coches forman de jueves a domingo un lento arroyo que desemboca en los embalses de sendos aparcamientos. Estamos junto al Campo de las Naciones, poco antes de las diez de la noche de cualquier jornada que no amenace tormenta. El sol, que fríe esta zona de árboles todavía jóvenes, ha dejado paso a una bóveda de nubes teñidas de púrpura, entre las que asoma alguna estrella, que hacen olvidar el calor.

De los automóviles gotean hacia el auditorio miles de personas que llenarán sus gradas -hasta 7.000 espectadores de media este verano, los viernes y sábados, y 5.500, los jueves y domingos, según informa el gerente del Campo de las Naciones, Pablo Población- en una cascada de hombres, mujeres y niños, dispuestos a flipar con la fuente cibernética mientras se comen los bocatas y las tortillas que han traído de casa para cenar al fresco.

El agua brota de más de un centenar de surtidores, repartidos en un estanque de 30 metros de diámetro, en miles de combinaciones. Canta, baila, salta en el Géiser de 48 metros o se reparte en la Corona, de más de 20. Y se tiñe de los colores que los programadores del invento, como Mafi, el técnico de proyecciones visuales, y Ralph, el técnico contratado para la programación final de la fuente, han dedicado a cada nota del tema musical. "Elegimos temas que nos gustan, algunos son de la última línea tecno, o canciones del verano", dice Ralph.

Hasta la medianoche, sólo hay un descanso que centenares de niños aprovechan para derramarse como lluvia por la explanada y ver de cerca los surtidores. Comienza la segunda parte y el agua hace coros a las voces de Laura Pausini, Rosario, o a La Flaca de Pan Donés, de Jarabe de Palo (el programa cambia cada semana), mientras un chaparrón de palmas brota a igual ritmo de las gradas.

El espectáculo termina con un alarde de nacionalismo madrileñista: después de que Ana Belén y Víctor Manuel exalten con su voz las cualidades de la Puerta de Alcalá, con agua que llega hasta el cielo recortada por un abanico de hilos de láser verde brillante, la fuente cibernética emociona con los acordes de la No vena sinfonía de Beethoyen. Sobre una nube -la Pantalla de Agua- se recortan los perfiles de cupleteras. Los peces nadan en el aire, y tras la traca final, con fuegos artificiales dibujados en el agua, un chubasco de aplausos despierta a todos del ensimismamiento.

"Esto está muy bien para rallarse un poco con la música y viendo el agua; además, se está muy fresquito, a pesar del mogollón de gente", describe Eduardo Pinilla, guitarrista profesional que ha acompañado a Joaquín Sabina y ahora toca con el grupo Burning.

Pero la noche en el parque no ha concluido. Ríos de personas convergen en la salida y se dispersan hacia los estacionamientos. Otros muchos van de nuevo en busca del agua, en este parque jalonado por decenas de fuentes y recorrido por una ría artificial de casi dos kilómetros donde nadan familias de patos y miríadas de peces. También hay dos estanques, al Norte y al Sur, un pasaje de surtidores y una pasarela de agua (por la noche suele estar apagada), un géiser artificial y varias fuentes.

Los que no han traído bocadillos y quieren hacer gasto, se detienen a escuchar a la tonadillera Maribel Castaño (durante el puente de la Paloma) o a la Dama de la Canción, Carmen Mora (el pasado fin de semana), que animan la noche envueltas en un apetitoso aroma a calamares y pescaíto, y es que la terraza donde cantan se llama Frituras del Sur. Junto a la estatua de Mahler, varios ninos se revuelcan por el césped de la pirámide que rodea al monumento. Son las 0.30 horas.De repente, los aspersores automáticos comienzan a regar y los padres alzan la voz para que los pequeños no aprovechen para mojarse. "¡Que no hay sol que te seque, Jenny!", exclama una madre. Así, hasta que a las tres de la madrugada se apaguen las luces, sigue la vida en el parque donde da la vuelta el agua.

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