La situación sindical en el Ayuntamiento de Madrid
Estamos asistiendo, en este final de década, a una importante -aunque sosegada- evolución del movimiento sindical español. Los aspectos más notorios del cambio se dejan ver antes en el escenario nacional para ir descendiendo a las diversas instancias locales. Es oportuno hacer algunas reflexiones acerca del sindicalismo en el Ayuntamiento de Madrid, que presenta, con sus 20.000 trabajadores, un carácter propio y de gran valor interpretativo de esta renovación necesaria, de la que algunos sindicalistas a la vieja usanza no parecen darse por aludidos. Esta es, como veremos, una cuestión compleja que da pie a reflexionar sobre el presente y el futuro del sindicalismo español y madrileño.El sindicalismo está representado en el Ayuntamiento de Madrid por tres tipos de sindicatos: los mal llamados "de clase", que son CC OO y UGT, y los conocidos como "profesionales" e "independientes", entre los que se situarían CSI-CSIF, CPPM y CASI, y, por otra parte, MSI, Manos Limpias y UPM, éstos últimos sin representación municipal. La tercera fuerza sindical española, USO, carece de plataforma dentro del Ayuntamiento.
El influjo de un pacto nacional entre centrales y Gobierno de la nación parece invitar, a quienes tenemos el deber de defender los derechos de trabajadores y ciudadanos, a trasladar este entendimiento a la Administración local. Trataré de razonar las posibilidades de dicho propósito en Madrid teniendo en cuenta que, como afirmó un ex ministro socialista, "en el terreno de la confrontación, los sindicatos tienen todas las de perder". Aunque coincido con Nicolás Redondo en que "existen objetivos de trabajo y de lucha que merecen la movilización social", ésta no puede representar una agresión a los ciudadanos.
Esta relación vendrá determinada, a mi entender, por la evolución que la Administración local experimentará y por la capacidad que los sindicatos tengan de adaptarse a los nuevos escenarios políticos, económicos y tecnológicos. Deberán establecerse cuáles son los límites de la acción del sindicato, una de esas instituciones que tienen el deber delimitar su impacto a lo realmente necesario para el cumplimiento de su función social. Cualquier cosa que vaya más allá es ilegítima y una usurpación de poder", como escribió Peter E Drucker.
Los nuevos desafíos sindicales se inscriben en un escenario europeo con una ciudadanía cada vez mejor informada, más conocedora de sus derechos y deberes, más libre y responsable. Como administraciones públicas, los ayuntamientos deben asumir el reparto descentralizador con epicentro en el Estado y conjugarlo con un principio regulativo de reducción de sus funciones y atribuciones al mínimo. Esta realidad es el fruto de la inercia histórica de todos los países desarrollados.
Presentada como una mejor forma de encarar la defensa de los trabajadores, determinados "bloques" sindicales nacidos en el Ayuntamiento de Madrid apuntan hacia una estrategia defensiva, de protección mutua, y casi diría que de supervivencia. Según se ha escrito, la presencia institucional de terceros sindicatos -como los independientes en el Ayuntamiento de la capital- "cuestiona el alcance del sindicalismo de clase" en sectores como el de los servicios.
Baste decir que entre los funcionarios municipales madrileños la antes abultada unión de los votos de CC OO y UGT hoy apenas alcanzaría la mitad del total, frente a las emergentes fuerzas independientes y profesionales. Y es que la presencia de los pequeños sindicatos profesionales o de los antes citados "predice un importante peligro al sindicalismo de clase de corte mayoritario". Resulta paradójica la firme exclusión que esta alianza practica hacia los pequeños sindicatos en lugar de colaborar representando las diversas sensibilidades de los trabajadores. Esta exclusión entre compañeros ha producido y sigue produciendo enconados litigios en los que casi siempre pierden los mismos: los trabajadores. No quisiera tener que admitir que los sindicatos se están convirtiendo en una fuerza corporativa y conservadora.
Pero más preocupante que esta connivencia sindical resulta la entrada desconsiderada de los partidos políticos. La acción política de la izquierda introduce elementos distorsionantes en el panorama de las relaciones laborales.
Madrid ofrece una muestra representativa de esta instrumentalización: hace tan sólo unos días los líderes regionales de CC OO, UGT, PSOE e IU, reunidos en un pueblo madrileño, preconizaban, sin pudor alguno, un frente común contra "la derecha". Esta visión no parece muy constructiva, y menos cuando se plasma en exigencias que inciden en compromisos electorales del equipo de Gobierno o, simplemente, se enfrentan a la legalidad.
Otro aspecto que los sindicatos deberían repensar es el de su financiación. Estoy pendiente de ver un sindicato municipal que no cobre a sus afiliados la cuota correspondiente. No es de recibo que los funcionarios hayan tenido que asumir la llamada "congelación salarial" mientras que los sindicalistas no sólo no comparten las tareas laborales en su calidad de liberados, sino que reclaman gastos extenuantes para mantener su enorme maquinaria burocrática. Mucho habría que hablar de las vías de financiación que algunos sindicatos mantienen ante la permisividad de algunos y el beneplácito de otros.
Queda confiar en la capacidad de los sindicatos para repensar su papel. Éste es el gran reto del sindicalismo para el nuevo siglo: asumir un lugar que le mantenga al lado de quienes construyen la sociedad solidaria y libre del futuro. Mi esperanza es que esta intención cristalice en el Ayuntamiento de Madrid, y mi disposición es la de animar a todos los sindicatos en esta tarea.
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