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Tribuna:HOGUERAS DE AGOSTO
Tribuna
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Fin del primer tiempo

Adiós, Mallorca; hola, AmpurdánDe cómo una cronista babosa alcanza las mas altas cumbres del 'glamour' social

Sabía que este periódico tenía planes para mí -aunque no tan ambiciosos como los que el Gobierno y Álvarez Cascos tienen para lo audiovisual en este país, y quién sabe si también para lo escrito: más me habría valido estudiar Cunnilingus-, y por fin he tenido prueba de ello. Convencidos de que ya soy una dama, consideran que, por fin, pueden enviarme a la Camelot de Guifred El Pilós, o Wifredo el Velludó, es decir, al Baix Empordà, do podré codearme con diseñadores de logotipos, escritores, políticos convergentes, políticos divergentes, políticos hipotenusos y políticos trifásicos, más hereus, pubilles, acaparadoras de confitura de tomate y expertos en la pesca del erizo al cava. En fin, una verdadera consagración, aunque debo reconocer que es a Mallorca, y a sus habitantes a quienes debo prácticamente todo lo que ya no soy: ordinaria, mal hablada y peor pensada, dada a la blasfemia, el escupitajo y la palabra soez.Ayer mismo tuve la prueba de que, como quien dice, se me admite en todos los círculos, pues asistí en la sala. Pelaires, también del galerista Pep Pinya, a la inauguración de la exposición Alarm, que es un grito de ídem que los artistas Ben Jakober y Yannick Vu lanzan a la cara de esta sociedad violenta y egoísta. Hablando de caras: los rostros de Ben y Vu son un compendio de inteligencia cosmopolita. Más tarde conseguí, ¡por fin!, ser invitada a una de las selectas y perseguidas cenas de la estatuaria Cristina Macaya en su aristocrática propiedad de Es Canyar, una finca que ni les cuento, y en donde comprendí: 1) que si me hubiera refinado antes quizá ahora tendría dónde caerme muerta, y 2) que, pese a todo, nunca estaré a la altura de las circunstancias, porque no supe poner cara de póker cuando uno de los invitados se metió hasta la cintura en uno de los deliciosos estanques que ornan la propiedad. En fin, nadie es perfecto.Agradezco, de todas formas, que la empresa crea en mí y me envíe a los bellos parajes ampurdaneses en donde una vez tuve un novio, una suegra onda mojama y un suegro que llevaba dentro el novio que yo habría querido tener, aunque ninguno de los dos llegáramos a saberlo a tiempo. Y, además, cerca de allí también estuvieron los griegos cuando eran unas locazas, los libaneses cuando eran fenicios y el ballet de Antonio Gades, mientras que, ahora mismo, siguen habitando el lugar, en distintos parajes, los hermanos Regàs, Pere Portabella, los Maragall, mi adorado Terenci Moix, mi maestro Manuel Vázquez Montalbán, mis Elisenda Nadal y Jesús Ulled, de Fotogramas y Qué leer, y la señora María, que cocina excelsamente. Más la última novia de Josep Pla y la Núria Pompeia, con quien trabajé en Por favor, y Rosa María Sardá. O sea, un nivel.Dicho esto, debo añadir que mi empresa, que aunque pasa por momentos de acoso dictatorial no se arredra, ha dado muestras, una vez más, de su buen corazón, al no enviarme a reportear a las playas en donde se luce, oh Dios, no tengo palabras, ese pedazo de vidente llamado

Rappel que, de haber sido arrojado sobre Hiroshima y Nagashaki en vez de las atómicas, habría paralizado el tráfico y la actividad sin matar a nadie, más con efectividad notable. Tal como le he visto en una publicación, de perfil, con el blondo cabello recogido en cola de caballo, la tripa suelta sobre el tanga rojo, y éste, ajustado en torno a, ejem, una especie de canutillo de crema apocalíptico que sobresale bajo la barriga, allá donde otros varones usan tener los atributos. No dispongo de onomatopeyas suficientes para describirle, salvo que robe la banda sonora de En busca del fuego.

Menos mal que, al ir a Camelot del Pilós, mi implicación con lo sofisticado redundará en mi beneficio y el de ustedes, y quizá incluso me hará olvidar el desasosiego que siento al pensar que alguien ha querido robar las cenizas de Versace, sin tener en cuenta que don las cenizas de los seres queridos, aun con los seres queridos de diseño, ocurre como con la carne, cuando pides que te la piquen para hacer hamburguesas: que siempre te toca parte del muerto o hamburguesa anterior. Pero ésta, como diría Wilfredo Pantoja antes de la depilación, es otra historia.

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