A la caza de los 9,70 segundos
Bailey, Boldon, Fredericks y Greene atacarán los grandiosos límites que marcó Ben Johnson
El horizonte de los 100 metros está presidido por Ben Johnson y sus dos marcas asombrosas: 9,83 segundos en Roma 87 y 9,79s en los Juegos de Seúl 88. Importa poco que esos registros estén fuera de los libros de récords y que el nombre del atleta canadiense esté estigmatizado. El caso es que por dos veces hubo un hombre que traspasó el umbral de lo desconocido. Pero en Atenas se anuncia una batalla entre cuatro atletas dispuestos a romper la barrera de los 9,80 segundos."No veo ninguna razón para que un par de atletas bajen de 9,80 segundos", ha dicho John Smith, el gran guru de la velocidad en Estados Unidos. Smith dirige en California a Ato Boldon y Maurice Greene, cuya progresión bajo las órdenes del técnico norteamericano ha sido espectacular. Los dos son jóvenes, ambiciosos y agresivos. En los cuartos de final produjeron una impresión formidable (9,87s para Boldon -quinta mejor marca mundial de la historia- y 9,90s para Greene). Ambos están en disposición de atacar el récord actual (9,84s, Donovan Bailey) y de alcanzar las cotas de Johnson.
No son los únicos que divisan la frontera de los 9,80 segundos. Si la historia y la estadística significan algo, el canadiense Bailey es el primer candidato a la victoria en Atenas. Si es por la impresión que dejó en los cuartos de final, quedaría fuera de los pronósticos. Pero este hombre de origen jamaicano y vocación tardía dispone de la habilidad para sacar lo mejor de su talento en as grandes competiciones. Lo hizo en los Mundiales de Gotemburgo 95 y en los Juegos de Atlanta. Las particularidades de Bailey empiezan por su físico, que es a la vez una causa de desorden y de triunfo. Una malformación congénita en una de sus caderas le obliga a mantener una zancada más larga con la pierna derecha que con la izquierda. El problema se traduce en la frecuencia que necesita para cubrir los 100 metros. En ocasiones lo hace en 48 zancadas y en otras requiere 52 pasos.
Fuera del problema de su cadera, el cuerpo de Bailey es una máquina perfecta: un torso corto, el talle estrechísimo, una distribución perfecta de su masa corporal, las piernas larguísimas, con unos cuádriceps tremendos. Para algunos entrenadores sería el retrato ideal del velocista, y más aún si se añade el pie eléctrico de Bailey cuando rebota sobre pistas de tanta dureza como la de Atlanta o Atenas.
Bailey dispone además de una gran fibra como competidor. Cuando han llegado los grandes momentos -Gotemburgo 95 y Atlanta 96-, el atleta canadiense se ha impuesto en gran medida por carácter. "Es un perro viejo que conoce todos los trucos para desestabilizar a sus rivales", apunta Ato Boldon. Bailey dice ahora que está preocupado por la salud de su hija Adrienne y por una presunta lesión en el tendón de Aquiles, pero nadie le cree. Ni su entrenador, el estadounidense Don Pfaff, que asegura que el estado de forma de Bailey es equiparable al de Atlanta 96.
El namibio Frankie Fredericks tiene experiencia, clase y velocidad. Hace año y medio se integró en el grupo de entrenamiento de Linford Christie. Ganó lo que le faltaba: masa muscular y potencia. Su elegancia permaneció intacta. Sus posibilidades de conseguir la victoria son tan buenas como las de Bailey, Boldon y Greene. Y aquél que gane probablemente lo hará en los márgenes que estableció Ben Johnson.
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