La voz de los "enemigos" del zorro
100.000 personas se concentran en Londres para pedir que no se prohíban las cacerías con perros
La atmósfera era festiva en Hyde Park, el más famoso de los parques londinenses, donde ayer se dieron cita más de 100.000 defensores de la caza de zorros en el Reino Unido, venidos desde las cuatro esquinas del campo británico. Había cazadores de casaca roja con los correspondientes cornetines, tipos con la clásica gorra de tweed que delata al inglés rural y miles de personas vistiendo camisetas amarillas con la leyenda La voz del campo. Pero bajo la apariencia festivalera del encuentro, en Hyde Park se palpaba ayer la tensión de un campo de batalla. Y algo parecido a una guerra se está desarrollando en el seno de la sociedad británica desde que el Gobierno laborista, poco amante de la caza con perros, llegó al poder hace dos meses.De un lado están las asociaciones que dicen representar la voz del campo agrupadas en una, denominada Countryside Alliance: 215.000 aficionados a las cacerías con jaurías que recorren a caballo el countryside -campiña- en persecución de los odiados zorros; alrededor de- 27.000 trabajadores que alimentan el tinglado, desde el herrero hasta el cuidador de las jaurías; dueños de hosterías y pubs que viven del turismo en las áreas rurales y, por supuesto, grandes. terratenientes indignados con el cariz que están tomando las cosas: en el país.
En la trinchera opuesta, y bajo la bandera del diputado laborista Michael Foster, que ha presentado -con el apoyo de 170 firmas- un proyecto de ley en la Cámara de los Comunes para prohibir el "sangriento espectáculo" de la caza del zorro, están, aparte del primer ministro laborista, Tony Blair, las más poderosas asociaciones internacionales de defensa de los animales; entre ellas, la Fundación para el Bienestar de los Animales (International Fund for Animal Welfare), que cuenta con ramificaciones en buena parte del mundo.
Una organización fundada, por Brian Davies, un galés que emigró a Canadá en los años cincuenta, y que con el apoyo del nuevo Gobierno británico pretende acabar de una vez por todas con una práctica polémica e incómoda para los ingleses que se tienen por una nación amante de los animales.
La campaña ha arreciado durante el último mes. Tanto la Countryside Alliance como la IFAW han insertado anuncios en los diarios británicos en defensa cada uno de su causa y se han lanzado a una política de captación de nombres famosos.
La Alianza tiene sus argumentos. Las cacerías proporcionan puestos de trabajo, mantienen el número de zorros en los niveles tolerables y representan un nada desdeñable negocio de unos mil millones de libras al año.
Los defensores de los animales consideran que es insoportablemente cruel disfrutar con la muerte a dentelladas de los pobres zorros, que, por otra parte, sobran en el campo británico. Este último grupo está apoyado, de hacer caso al último sondeo publicado ayer por Mori, por el 70% de los ciudadanos de este país.
La ley no llegará al Parlamento hasta noviembre próximo, cuando los 658 diputados británicos tendrán la suerte de una tradición medieval en sus manos. Una tradición que se asocia popularmente con las clases altas y el caprichoso señorito en busca de emociones fuertes.
Pese a la- democratización que se ha operado en este deporte -hoy día se coloca. la casaca roja desde el fontanero hasta el empleado de banca-, sus orígenes le hacen escasamente simpático a los ojos de la masa británica. Y algo de' razón tienen. Entre los oradores que ayer defendieron las cacerías en la concentración de Hyde Park figuraba el ex viceprimer ministro Michael Heseltine, quintaesencia del patricio británico, y la gran figura laborista era la baronesa de Mallalieu. En primerísima fila aparecía también el actual líder conservador, William Hague.
Probablemente tienen razón los que señalan que en esta batalla lo que menos importa es el zorro. Después de todo, los británicos son devoradores de carne y pescado, sin que el número de vegetarianos sea apreciable.
Poco hay que decir del horror de los mataderos. Sin embargó, la prohibición de la caza del zorro tiene todos los elementos para conquistar a las masas.
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