Equipo con dos cabezas, malo es de dirigir
El problema del Telekom este año lo han sufrido la mayoría de los grandes equipos
Cuando, después de la caída de la etapa de ayer, el Telekom se puso a tirar en bloque, más de un mal pensado entre la troupe de masajistas y periodistas que veían por la tele de meta la llegada lo dijo en alto: "Seguro que se ha quedado Riis". No, no se repitió la escena de la caída del domingo, pero el resultado final de la etapa -triunfo del Telekom Zabel- sirve para desenterrar una vieja verdad: cualquier equipo que acuda al Tour con dos líderes no gana la carrera. El tópico aquel de que la carretera decidirá no es sino un eufemismo que enmascara otra verdad: si puedo, te hundo. Y el otro tópico, dicho normalmente con cara de no haber roto nunca un plato, de "yo estoy aquí para ayudar a mi líder; ya llegará mi oportunidad", esconde también la ambición. Ni siquiera reuniones de urgencia y puestas en común de todos los gregarios pueden acabar con la ambición del designado como segundo que se ve más fuerte que el primero.El caso del Telekom este año no es nuevo, aunque sí más complicado. La última vez que funcionó un equipo bicéfalo fue cuando LeMond ganó el Tour de 1986, y eso porque había papeles firmados por medio y porque Hinault ya no era Hinault. En 1985, el tejón ganó su quinto Tour porque LeMond se comprometíó a ayudarle, y el año siguiente el norteamericano reclamó reciprocidad. De todas formas, Hinault no cree que nadie debiera nada a nadie. "He dejado de hablarme con LeMond", dice el ex ciclista francés. "No le perdono que haya andado pregonando que yo gané mi quinto Tour porque él no quiso atacarme". Hinault, un atacante nato, ve que cuadra mal con el carácter de un campeón el no intentar ganar cuando se siente superior a los demás. Nadie olvida que Ullrich tiene mentalidad de campeón. Olano, por ejemplo, lo ve así. "Yo, el año pasado, me quedé con Rominger todo el tiempo, pero no sé", dice el ganador del Mundial de 1995. "Dicen que Riis es el líder del Telekom porque ganó el Tour del 96, pero tiene que demostrarlo en la carretera. Si Ullrich se siente más fuerte, nadie puede impedirle que intente ganar él".
Desde aquellos años de La Vie Claire, todos los corredores que han ganado el Tour lo han hecho como líderes únicos de sus equipos. Roche lo hizo en el 87, Delgado en el 88, LeMond en el 89 y en el 90 -no sólo como líder único, sino incluso sin equipo-, Induráin del 91 al 95, y Riis en el 96, el año en que un tal Ullrich quedó segundo. Muchos piensan aún que el sexto Tour de Induráin debía haber sido el de 1990. Entonces estaba más fuerte que Delgado, el líder del equipo, pero sacrificó sus ambiciones, y no es un tópico, por el segoviano. Es un caso único, pero normal, dado el carácter único del navarro. Lugares comunes como ése de "mentalidad de campeón" no entraban en su mundo. El del Telekom no es sólo un caso de doble cabeza, sino de triple. El equipo, de capital alemán, aspira a ganar el Tour, pero uno de sus corredores, Zabel, quiere ganar etapas y repetir el triunfo en la regularidad. Creen que si en 1996 hicieron pleno, por qué no éste. "Porque en éste no existe el efecto sorpresa", dice José Miguel Echávarri. "El año pasado lo consiguieron porque les salió todo rodado y porque ni ellos pensaban que UlIrich podía ganar el Tour".
Hay datos que apoyan esa teoría. Por ejemplo, el hilvanado de retales que conforman el equipo. Parece un bloque uniforme, robusto como un motor alemán, pero escarbando, se ven, por un lado, las imposiciones de Zabel: el Italiano Lombardi y Aldag para prepararle los sprints. Y por otro, el cariño especial que los Heppner, Henn y Bolts le tienen a su joven compañero Ullrich. A Riis sólo le queda el austríaco Totschnig, otro que también a veces piensa por su cuenta. Por cierto, ¿a quién iba dirigido el puño en alto de Riis al entrar tercero ayer en la meta?
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