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EUROBASKET 97

Un título vía 'catenaccio'

Yugoslavia derrota a Italia en una final muy defensiva

Robert Álvarez

Yugoslavia revalidó el título pero se quedó a mil leguas de la imagen que ofreció cuando lo conquistó hace dos años en Atenas. El juego que desplegaron ayer los yugoslavos ante una Italia que delató muy pronto su nula confianza en sus propias posibilidades fue el reverso de aquel festival de 1995 ante una Lituania que no se rindió sin haberles clavado antes 90 puntos. Nada que ver. Yugoslavia, tal como se temía por los precedentes en este mismo campeonato, se dedicó a guardar la ropa antes que a nadar con una defensa de hierro que hizo que los italianos echaran de menos aquellos gladiadores que ganaron el título en 1983, léase Meneghin, Sachetti, Gilardi, Vilalta, Bonamico...Los mejores equipos europeos de fin de milenio están sacados de laboratorios en los que los sesudos estrategas de la materia -Maljkovic, Ivkovic u Obradovic- proponen el ocaso del talento. A este respecto, nada que reprochar. Misión cumplida para Obradovic: Myers no existió, Fucka se diluyó ante Savic y Topic e Italia se quedó al desnudo. No importa, según las influyentes y triunfales teorías de los técnicos yugoslavos que Djordjevic, Danilovic o Bodiroga tengan que bajar su listón y guardarse el talento para sus ratos libres cuando participen en algún bolo o impartan alguna clase de verano. Lo importante es ganar, lo hicieron. No importa el precio, ni que toda Europa se quedara preguntándose dónde está la chispa que algunos ilusionados, al parecer cada vez más ilusos y residuales, le ven a este juego que aseguran que es tan espectacular.

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Si Italia se pasó seis minutos y medio para lograr su primera canasta, no importa que Yugoslavia lograra en ese mismo tiempo sólo diez tantos (10-2). Si entre los dos equipos tardaron siete minutos en sumar nueve tantos, del 16-11 al 20-16, nada sucedió porque Yugoslavia seguía en cabeza. Cierto es que se desataron los nervios en el banquillo yugoslavo cuando los italianos, a base de que Messina le diera vueltas y vueltas al coco, encontraron un quinteto con algo de pólvora. Obradovic se desgañitaba e Ivkovic, en funciones de directivo, empezaba a impartir órdenes como si volviera a ser el entrenador porque veía que los italianos se ponían a tiro de piedra: 26-23 y 30-28.

Volvió Djordjevic a darle vueltas a su equipo y al reloj de 30 segundos hasta agotar a ambos para acabar exprimiendo las gotas de calidad suficientes. Y para dejar a Italia a la expectativa. Y para desquiciar incluso a Fucka, primero, y Abbio, después, a los que Meneghin no les ha podido transmitir los secretos del juego sucio. Una falta antideportiva de Abbio a Djordjevic elevó la diferencia a 14 tantos, 43-29, no porque se disparase el talento atacante de los yugoslavos sino porque no les permitieron sumar más que un punto a los italianos en otros cuatro minutos.

Myers, el único genio con licencia de su entrenador para buscar la canasta rival, enlazó una serie de ocho puntos que volvió a poner a los yugoslavos en guardia, 49-44. Pero una acción de Bodiroga, un jugador lento que va que ni pastado para este tipo de partidos, desatascó el ataque de los suyos. Entre eso y un tapón de Rebraca a Myers, la final quedó resuelta.

El título fue merecidamente para Yugoslavia pero, por favor, en la próxima, que recurran al vídeo de lo que ellos mismos hicieron en 1995. ¿Italia? Hizo cuanto pudo y regresó con el honor a salvo, pero una final europea debería exigir algo más a quienes desean meterse en ella.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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