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ULTIMA JORNADA DE LIGA

El sueño extremeno se rompe en Riazor

Los azulgrana plantan cara al Deportivo, pero no pueden evitar el descenso

Xosé Hermida

El sueño del Extremadura se rompió al final, en una tarde de lágrimas y taquicardia junto a una playa del Atlántico. La ilusión se quebró en el minuto 64, justo cuando la tarde parecía pintar favorable para los azulgrana: vociferaban los transistores la victoria del Barcelona en Vallecas cuando la cabeza de Begiristain dio la puntilla al conjunto de Ortuondo. Tras marcar, Begiristain, elegante y respetuoso, se dio la vuelta, bajó la cabeza y dejó bien claro que no iba a celebrar la desgracia ajena. El gesto del jugador blanquiazul ilustró la moraleja final que deja esta Liga a su equipo más modesto: ha perdido la categoría pero retorna a Segunda con el orgullo de haber defendido heroicamente su suerte. Así lo entendieron los miles de aficionados desplazados a La Coruña, que hicieron regresar a los jugadores del vestuario, y algunos centenares de hinchas locales, que también se quedaron en las gradas, para aclamar a unos futbolistas que se han ganado la admiración de todo el país.Arropado por su hinchada, el Extremadura se allegó a La Coruña con ese equipaje de modestia, sensatez y laboriosidad que le ha permitido realizar una segunda vuelta casi heroica, por mucho que el desenlace fuese finalmente tan amargo. El Deportivo respondió con el ejercicio de profesionalidad que reclamaba su técnico, sin permitir ni una sombra de sospecha en su actitud. Puede alegarse que el Deportivo no jugó muy bien, que en algunos momentos dejó incluso que el Extremadura se le subiese a las barbas, pero todo eso le ha venido ocurriendo con reiteración desde hace bastantes semanas. La primera parte fue una repetición exasperante de esa misma imagen desmayada que ha ofrecido el conjunto de Silva en el tramo final de la Liga. Como siempre, controló el juego y ofreció algunos detalles artísticos con la firma de Rivaldo, y también como siempre, se movió al pesado trote del elefante, sin ser capaz de traducir su autoridad en peligro para la portería contraria.

El Extremadura no se salió del guión y le fue bastante bien de ese modo: orden, presión, el buen criterio de Basualdo para distribuir el juego y la explosividad de Silvani y Duré en el ataque. Si bien Montoya salvó con una sensacional estirada un atronador zapatazo de Rivaldo, la mejor ocasión de la primera parte correspondió al Extremadura: la madera escupió un remate de Silvani con Kouba ya rendido.

Cambió el rostro del Extremadura tras el descanso. Se le vio mayor determinación y esa pizca de ansiedad que le faltaba para irse definitivamente en busca del partido. Pero por esas paradojas del fútbol, la ambición acabó jugando en su contra. El Deportivo se sintió más cómodo en este nuevo escenario y contó a su favor con un hecho aparentemente trivial, que tuvo sin embargo una trascendencia inesperada: la megafonía empezó a anunciar los goles del filial deportivista en Córdoba, donde se jugaba el ascenso a Segunda, y el público local, hasta ese momento acallado por el incansable griterío de la parroquia azulgrana, se enardeció de repente. En ese clima de euforia, llegó el gol de Begiristain y el Extremadura ya fue sólo un tumulto de nervios, cansancio y confusión. Juanito, se puso de delantero centro, el mono Montoya de líbero y Ortuondo escarbó en todos los rincones para buscar gente con gol. Pero el destino ya había emitido su veredicto.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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