La segunda 'espantada' de Felipe González
Felipe González consumó su primera retirada el 20 de mayo de 1979, pero en aquel momento era sólo un movimiento táctico. A sus 35 años, con dos elecciones generales a las espaldas, buscó un modo de darle la vuelta al hecho de que dos tercios del 28º Congreso del PSOE se pronunciaran a favor de una reafirmación del partido como "de clase, de masas, marxista, democrático y federal". Dieciocho años más tarde, el PSOE asiste a una segunda espantada, en unos momentos en que las tensiones internas son mucho más importantes.
Aquello también ocurrió en el Palacio de Congresos. En 1979, frente a González, personas como Enrique Tierno, Luis Gómez Llorente o Francisco Bustelo aspiraban a condicionar un futuro que presumían decisivo. Pero ni González se dejó, ni los dirigentes críticos tenían madurada una operación de cambio de rumbo.De modo que, instantes después de derrotada la enmienda defendida por Joaquín Almunia a la ponencia marxista, -aquella re sultó arrollada por el 61% de los votos-, González sorprendió a la ejecutiva del PSOE con el anuncio de que no se presentaba a la reelección. Mientras dejaba que los rumores comenzaran a recorrer los pasillos, abandonó el congreso y se marchó a su casa.
Tierno, recién incorporado al PSOE como presidente de honor -tras haber diluido su partido, el PSP- trató de componer una candidatura a la dirección para el caso de que González confirmara su retirada. Alfonso Guerra dio consigna de abstención frente a ese intento. González regresó entonces al congreso y confirmó su renuncia a presentarse como candidato a secretario general.
Se ha recordado cientos de veces el río de emociones que suscitó aquella declaración y el montón de reproches lanzados a los tibios. González, convertido en centro de la atención general, recibió enfervorizadas ovaciones procedentes de las mismas personas que en la madrugada anterior habían votado a favor de una resolución política manifiestamente contraria a la defendida por él.
Un intento de Bustelo para formar una candidatura no reunió más allá del 10% de los apoyos entre las delegaciones que asistían al congreso. Enrique Tierno aguó cualquier posibilidad residual de buscar alternativas, al mentar a los poderes fácticos y a la Internacional Socialista como razones poderosas para que fuera impensable una ejecutiva del PSOE sin Felipe González. Veinticuatro horas después de aprobada la ponencia marxista, no había equipo capaz de reunir los apoyos partidarios indispensables para llevarla a a práctica. Aunque eso no era un resultado completamente previsible, González conocía suficientemente la debilidad de la operación en ciernes entre críticos.Nadie estaba preparado para "hacecerse cargo de cinco millones de votos", como decía Javier Solana; señala o, por cierto, por los guerritas poco menos que como un traidor Felipe, y por los críticos como un hombre demasiado cercano al secretario general.
Cuatro meses después se celebró un congreso extraordinario. González ya estaba en condiciones de ser reelegido.Guerra le ayudó a hacerlo, hasta el punto demontar una operación que concentró en su persona el voto de los .22.842 militantes de Andalucía, casi la cuarta parte del total de los afiliados representados en el congreso extraordinario. Los críticos se dejaron acorralar, en el PSOE y ante el conjunto de la sociedad, como si fueran un peligroso grupo de revolucionarios. Luis Gómez Llorente, uno de ellos, puso en circulación el término "felipismo", en un vano intento de combatir la dependencia inadmisible de un partido respecto de un hombre Y a finales de septiembre de 1979, González resucitó.
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