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Tribuna
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Socialistas

El segundo gran objetivo de los socialistas es dar con un programa capaz de reagrupar a las desanimadas fuerzas de centro-izquierda, a la manera como lo ha conseguido Jospin en Francia. La paradoja de la victoria de éste es que no pensaba ganar, sino únicamente reducir la mayoría de centro-derecha. Por eso presentó un programa que cuestionaba algunos aspectos del proceso que conduce al euro. Sabía que es ya demasiado tarde para modificar ese proceso, pero pensaba que hacerse eco de las inquietudes sobre la forma como se está construyendo la UE le daría votos. Su inesperada victoria le colocó ante el problema de responder de sus compromisos electorales a riesgo de provocar una crisis institucional (y económica: los mercados no perdonan la incertidumbre).El resultado de la cumbre de Amsterdam, confirma la debilidad de la posición de Jospin: ha tenido que aceptar en su integridad el plan de estabilidad a cambio de concesiones menores sobre el empleo. Pero ha conseguido que el debate sobre esta cuestión pase a primer plano. Parece poca cosa pero puede acabar teniendo importancia en el panorama de los próximos años. Por una razón: tras las victorias de Jospin y Blair, 12 de los 15 países de la UE tienen gobiernos socialistas o de centro-izquierda. Tal vez lo que no ha sido posible en la última década pueda serlo ahora: una Europa social o, al menos, que no renuncie a políticas activas de empleo.

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Durante decenios se ha dado por supuesto que la derecha estimulaba el crecimiento económico y la izquierda lo redistribuía: la alternancia tendría esa lógica profunda. A raíz de la victoria de Blair se dijo que era Thatcher quien había ganado porque los laboristas aceptaban lo fundamental de la revolución conservadora. Sin embargo, esa visión olvida que tal revolución se produce en una Europa en la que la derecha había previamente asumido lo esencial del programa socialdemócrata sintetizado en el estado del bienestar. Al igual, que ocurrió a comienzos del siglo XX con los liberales, la crisis de la socialdemocracia es en parte el efecto de haber conseguido plasmar su programa en la realidad social. De lo que se trataría ahora es de gestionarlo. Thatcher lo purgó de ineficiencias al precio de provocar la dualización de la sociedad

Tal vez la alternativa entre derecha e izquierda debería hoy plantearse en términos diferentes a los clásicos; frente a una derecha que elige la estabilidad monetaria al precio de tolerar el paro, quizá el papel de la izquierda sea impulsar el empleo aún con riesgo para la estabilidad monetaria. Naturalmente, hay que buscar un equilibrio, pero es posible modular las políticas con uno u otro acento. La apoteosis de la primera concepción es el pacto de estabilidad planteado por Alemania y aprobado ahora en Amsterdam. Un pacto cuya consecuencia práctica viene a ser que los países en dificultades pagarán -en beneficio de los estables- fuertes multas (hasta el 0,5% del PIB, lo que para España supondría unos 350.000 millones de pesetas) si, tras su acceso al euro, sobrepasan el tope de déficit. Es una exageración que se añade a la forzada renuncia a devaluaciones competitivas y al uso anticíclico del déficit, agravando el carácter desigual de un acuerdo que perjudica a los países más débiles o en dificultades coyunturales.

Jospin no ha cuestionado el calendario del euro, pero sí ha planteado incluir contrapesos orientados a compensar esos efectos con políticas coordinadas favorables al empleo. Algo similar a lo que proponía el Plan Delors de 1992. Ese plan no llegó a aplicarse por falta de financiación, es decir, por la prioridad otorgada por los gobiernos de derecha al rigor presupuestario. Tampoco era de esperar que en Amsterdam, a un año del examen de Maastricht, fuera a cambiarse de criterio. Pero tal vez a partir de ahora, con gobiernos socialdemócratas, la brecha abierta en Amsterdam. pueda ampliarse. Precisamente porque las políticas de rigor de la derecha han purgado las economías -aliviando la hipoteca de la deuda, por ejemplo-, ahora se abren posibilidades que parecían utópicas hace poco. Quizás el éxito de Jospin dé ocasión a los socialistas españoles para debatir sobre estas cuestiones en el 34º congreso. Su urgencia máxima, sin embargo, es encontrar a su propio Jospin: ése es su primer objetivo.

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