Violencia 'motera' en el Norte
La guerra entre las bandas rivales Ángeles del Infierno y Bandidos atenaza a los países escandinavos
Lo que pareció ser en sus comienzos una variante de la multifacética violencia de las grandes urbes protagonizada por gamberros montados en poderosas motocicletas, que se desplazaban por las carreteras de Estados Unidos sembrando el temor en tranquilos pueblecitos del territorio, se ha convertido, en su versión escandinava, en una especie de guerra del fin del mundo, con una dinámica de violencia en aumento.Y, por las características de este tipo de criminalidad, en el que confluyen algunos negocios de alta rentabilidad, como el tráfico de drogas y de armas a escala internacional, es hoy el principal problema en su género de los países nórdicos, Al punto de que, después de los últimos atentados del pasado fin de semana en Noruega y Dinamarca, comparte la preocupación de los respectivos Gobiernos junto con las peripecias del Tratado de Maastricht, el destino de la moneda única y de todo el proyecto comunitario.
Hasta ahora, el problema se había circunscrito a la esfera policial, procurando una mejor coordinación regional y presionando a la justicia para la modificación de algunos aspectos de la legislación vigente a Fin de proporcionar armas más eficaces para contrarrestar el creciente, poder de los Bandidos y los Angeles del Infierno, como se les conoce a las dos bandas rivales.
Ahora los Gobiernos parecen haber despertado de su letargo, y una prueba de ello es que en la próxima reunión del Consejo Nórdico, a celebrarse este mes, el problema de las bandas de motoristas figurará en la agenda. Algunos criminólogos que han estudiado el problema han alertado contra lo que consideran un embrión de Estado dentro del Estado.
Desde su establecimiento en los países nórdicos, donde al principio se les vio como un subproducto cultural importado de Estados Unidos, aunque bastante más peligroso que aquellos ejemplares de los años sesenta vestidos en estrechos trajes de cuero negro acompañados de rubias espectaculares, que Marlon Brando inmortalizara en el filme El salvaje, han ido sembrando de cadáveres estas habitualmente tranquilas comarcas. Todo indica que si no se pone fin a una espiral de violencia en la que un atentado contra un bandido es contestado con creces por los ángeles, y viceversa, el número de víctimas, incluso de víctimas inocentes como ha ocurrido ahora, aumentará.
El arsenal de cadenas y hierros que constituyen las armas de combate en los inicios se ha transformado ahora en ametralladoras, cohetes, explosivos, en su mayor parte robados de depósitos militares del Ejército sueco, que fueron saqueados silenciosamente y sin dificultades en diversos lugares del país, mientras las fuerzas de seguridad concentraban sus miradas en las aguas del archipiélago en busca de periscopios de submarinos rusos y de espías venidos del hielo.
Cuando el pasado miércoles 4 el tranquilo barrio residencial de Noruega de Drammen, al sur de Oslo, se vio sacudido por dos tremendas explosiones frente a un local de los Bandidos, la víctima número nueve fue una mujer que pasaba en su automóvil por la calle Konnerud. Veinte personas más, entre ellas el esposo de la víctima, resultaron heridas de diversa entidad, mientras a 1.000 metros del lugar donde presumiblemente estaba estacionado el Volkswagen con la carga explosiva el estrépito de cristales rotos y una enorme llamarada quebraban abruptamente el sosiego de la medianoche.
Marianne Sulland y Jorn Johansen, que vivían a 100 metros del local atacado y que fueron despedidos del sofá desde el que miraban un partido de las eliminatorias para el Mundial de fútbol por la onda expansiva, expresaban lo que estaba en las mentes de todos: "Lo que habíamos temido desde que hace un año los motoristas se instalaron aquí ha sucedido".
El sábado 7 por la tarde, los Ángeles volvían a golpear, esta vez en la ciudad costera de Liseleje, al norte de SjäIland, en Dinamarca. Una ráfaga de un arma automática disparada desde un automóvil contra cuatro bandidos que tomaban una cerveza en una terraza de un café dejó un muerto en el lugar y tres heridos.
Los Parlamentos de Suecia, Dinamarca y Noruega, donde los moteros tienen sus emplazamientos, se aprestan a endurecer las leyes contra este tipo de criminalidad.
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