Utah presenta su candidatura
Stockton y Malone levantaron el partido en los dos últimos minutos
La final se ha puesto seria. Con su segundo triunfo consecutivo los Jazz no sólo igualan a Chicago, sino que dan un salto cualitativo de relevante importancia. Han dejado de ser el animoso acompañante de los Bulls en su último escalón hasta la gloria y cuya única función consistía en intentar que la serie! fuese lo más atractiva posible. Si ganaban un partido, bien. Si llegaban al sexto, mejor. Pero siempre excluidos de la posibilidad del éxito final. Eso es ya historia. Los Jazz pueden ganar el anillo. Esa es la gran lección del encuentro de ayer.Apoyados y amparados por su público -qué ambientes tan diferentes, el de Chicago parece el de una ópera, el de Utah, el de tina pelea de gallos- los Jazz ya están a un solo paso de colocar a los supuestamente invencibles Bulls al borde de un ataque de nervios. Han logrado mitigar la sangría que les produjo Jordan en los dos primeros encuentros y parecen haber tomado definitivamente el pulso a la final. Su buena disposición tuvo un reflejo claro en los dos últimos minutos de partido. Lo tenían muy negro. Chicago dominaba por tres puntos (70-73), Jordan había despertado de su letargo de los tres primeros cuartos, en los que únicamente había anotado unos paupérrimos 10 puntos. El balón era de los Bulls y Jordan se dispuso a rematar la faena. Buscó la penetración pero en su camino se encontró a Stockton.
El base de los Jazz, que dicho sea de paso está enorme, le birló la pelota y se fue como un tiro hacia la canasta contraria. Jordan intentó el tapón, pero la habilidad de Stockton consiguió provocar la falta personal. Dos tiros libres convertidos (72-73) y vuelta a empezar. Jordan falla un nuevo tiro y el rebote cae en la manos de Stockton. La prudencia recomendaba guardase el balón, pero Stockton decidió arriesgar. Lanzó un pase de lado a lado del campo, uno de esos que ponen a los entrenadores al borde del infarto. Con precisión de cirujano, la pelota, una vez superados Jordan y Kukoc, cayó en las manos de Malone que sólo tuvo que encestarla sin oposición. Fue la jugada del partido, no sólo por lo que supuso, sino por lo que significaba. Los Jazz son ambiciosos. Los Jazz quieren el título.
Hasta el último cuarto, el encuentro fue propiedad de los actores secundarios. Ni Jordan, ni Pippen, ni Malone tuvieron una influencia decisiva en el juego, lo que viene a significar que el encargado del marcador no tuvo mucho trabajo. Utah logró 14 puntos en todo el segundo cuarto. Chicago se quedó en 16 en el tercero. Se vio casi más a Longley, Hornacek, Foster o Williams, un hombre que se ha convertido en vital en la rotación de los Bulls teniendo en cuenta el estado de Rodman. Aquí radica uno de los graves problemas que tiene Chicago. El gusano, en condiciones normales, causa estragos en los rebotes, consiguiendo para su equipo unos cuantos tiros extra. Hasta ahora, la presencia de Rodman ha sido testimonial y Chicago le echa mucho en falta. Los secundarios, una vez hecho su trabajo, dejaron paso en el último cuarto a las estrellas. Jordan hizo acto de presencia (12 puntos casi consecutivos) y llevó al partido y a la final muy cerquita de la resolución definitiva. Entonces fue cuando se encontró con Stockton, que le robó la cartera y de momento la gloria.
El futuro se presenta incierto. Las apuestas siguen a favor de los Bulls, pero la duda ya no radica en cuántos partidos necesitaran, sino en saber si lo conseguirán. Los Jazz han dejado de ser meros comparsas. Van a por el anillo y ya nadie puede discutir que no estén capacitados. Hay que tomarse en serio su candidatura.
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