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DOS HOMBRES CONTRA EL TIEMPO

Bailey siempre aprovecha las grandes ocasiones

Santiago Segurola

Todo resulta atípico en Donovan Bailey, un hombre de vocación tardía por el atletismo. Mientras Michael Johnson representa el valor seguro de lo conocido, Bailey produce un aire de incertidumbre, incluso en la singular carrera que disputará hoy en Toronto. Se sabe que es el hombre más rápido del mundo sobre 100 metros, pero apenas tiene experiencia en los 200 metros, una carrera que viene determinada en gran medida por la curva. Es decir, se enfrentará a un maestro de la curva sobre una distancia -150 metros- que casi desconoce. Pero no conviene apostar con Bailey. En el momento decisivo actúa con la precisión de un cirujano."Llegué al atletismo para encontrarme con chicas. En las pistas nunca ves a ninguna gorda. Acaso las lanzadoras de peso y nada más". Como declaración de principios en un mundillo tan profesionalizado no parece muy estimulante. Quizá por ello, Bailey fue un atleta marginal hasta los 26 años. Disponía de una perfecta construcción física: un tronco poderoso pero corto, una cintura inusualmente estrecha y unas piernas desproporcionadas por largas. Todo ello en una estatura corriente, 1,83 metros. Pero el atletismo tardó en convertise en una prioridad. Por aquellas fechas corría los 100 metros en 10,40 segundos.

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Don Pfaf, ex entrenador de la universidad de Louisiana State, entrevió su potencial en los Mundiales de 1993. Se encontró con un talento virgen que tardó muy poco en modelarse. En 1994 corría los 100 metros en 10.03. Un año después era campeón del mundo. En 1996 ganó el oro en Atlanta y batió el récord del mundo. Lo hizo con su estilo característico: una discreta puesta en acción, una aceleración estimable y una explosión incontenible a media carrera, más radical aún que la de Lewis.

Se trata, en suma, de un atleta poco convencional. Pero cuando llega la hora, Bailey no falla. Por eso conviene no apostar contra él. Johnson es firme, eficaz y destructivo. Bailey puede parecer más evanescente, pero tiene el punto de magia que le vuelve sorprendente en las grandes ocasiones. Como la de hoy.

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