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BALONCESTO

El Barcelona tuvo más oficio

El equipo azulgrana sumó 26 tiros libres por 12 el Real Madrid

Llegado el momento de la verdad, el Barcelona tuvo más oficio que el Madrid y acabó zampándose el primer trozo del pastel. Oficio para jugar con inteligencia y hacer la lectura más indicada en cada jugada crucial. Experiencia (que viene a ser lo mismo) para no temblar en la línea de los tiros libres, lugar ideal para convertirte en héroe o villano (26 de 30, extraordinaria y significativa marca). Templanza para no dejarse llevar hacia la propuesta más visceral que le ofrecía un Real Madrid alterado por las circunstancias.Restaban cinco minutos y el partido estaba por decidir (71-69). En esas circunstancias, el valor de los pequeños detalles se convierte en decisorio. Y el detalle vino desde el banquillo azulgrana, cuando coincidieron en la cancha Jofresa y Djordjevic. Los dos bases barcelonistas llevaron el control de los acontecimientos en los últimos cinco minutos, dirigieron con aplomo y sabiduría los ataques de su equipo y supieron provocar las convenientes faltas que remataron con una precisión desde la línea que a la postre les valió la victoria. De los últimos 16 puntos, 11 llevaron la firma de ambos (8 el serbio, 3 Jofresa).

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Un contraataque concluido por Karnisovas y una magnífica combinación con machaque de Mustaf como colofón confirmaron una actuación impoluta en esos minutos postreros.

Y eso que el Barcelona no está para muchos trotes. La derrota en su enésimo asalto a la Liga Europea ha sido un golpe durísimo con efectos todavía apreciables. Ha perdido frescura, ninguno de sus jugadores se encuentra en un buen estado de forma y, sin entrar en cotilleos, las relaciones internas no deben ser las idóneas. Su estilo de juego es indeterminado y las dudas existenciales de sus dos estrellas, Djordjevic y Karnisovas, se notan a la legua. Pero sigue siendo un colectivo con mucho oficio. Lo demostraron cuando levantaron su eliminatoria ante el Unicaja, lo contrastaron en los cuartos de final de la Liga Europea ante el Teamsystem de Bolonia y ayer volvieron a reafirmarlo en Madrid, frente a su mayor enemigo y en las peores condiciones posibles. Así, tapan debilidades y lo más importante, pueden encarar un final de partido complicado con garantías.

El Madrid, en cambio, ofreció el revés de la moneda. En este final de temporada tiene mejor aspecto que su rival. La final le llegaba en el mejor momento, no cuenta con ningún obstáculo psicológico, su temporada hasta ayer era inmaculada, y por si fuera poco, contaba con el ambiente y la tradición decantados totalmente a su favor. Pero todo el oficio desplegado por el Barca no tuvo réplica por su parte. Mientras los catalanes se movieron con criterio y sentido, el Madrid naufragó cuando las aguas se tornaron tormentosas.

Hasta que llegó la definición en esos cinco minutos, el partido no ofreció nada del otro mundo. El Madrid, confirmando las previsiones, dominando la situación. Era un dominio aparente, más de sensaciones que en lo que respecta a los números, pues salvo a mediados de la segunda parte (65-57, minuto 29) nunca se produjo una situación cercana a la ruptura. Toda la renta que sacaba de sus mejores porcentajes, la dilapadaba en sus dos puntos negros: la falta de consistencia en el rebote y la excesiva cantidad de faltas personales que cometió. Mientras esto último puede ser coyuntural, el asunto de los rebotes resulta más preocupante para sus intereses. Porque ni Mijailov ni Arlauckas son especialistas en esa disciplina. Gracias a la presión debajo de los tableros que ofrecieron Mustaf, Rivas, Dueñas, Jiménez y hasta Karnisovas, el Barca pudo sobrevivir sin mayores desperfectos a un comportamiento deficiente en sus lanzamientos.

A pesar del buen partido de gente como Bodiroga o Arlauckas, el Madrid no llegó en buenas condiciones al final del choque. Sus muchas faltas le impidieron defender con intensidad, y cuando lo hizo el final era el mismo: un jugador azulgrana en la línea de tiros libres. En ataque, adoleció de tener su jerarquía de valores más clara. Mientras Djordjevic era santo y seña del Barça, en el otro lado el mando no estaba tan bien definido. Y así, el balón iba de mano en mano sin que se pudiese apostar quién iba a ser el encargado de tener la responsabilidad de resolver la discusión. Eso también entra en el concepto de equipo con oficio.

La final está más abierta de lo que parecía. El resultado de ayer coloca entre la espada y la pared a un Madrid que incluso hacía cabalas sobre una posible conclusión por la vía rápida. La ambición, siempre necesaria, no fue suficiente. Sobre todo si enfrente se halla un colectivo que, por encima de otras consideraciones, cuenta al día de hoy con el oficio como su mejor virtud.

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