El museo de la pradera
Viendo la exposición Los cinco sentidos y el arte, ubicada en el Museo del Prado, eché en falta el más importante, el sentido común: gente intentando colarse para evitar la enorme fila que se formaba, empleados del museo desbordados, y ya en el interior, todo el mundo arremolinado en un caos que hacía imposible ver obra alguna durante un instante, debido a los empujones de los visitantes para hacerse un hueco.Me sorprendió que los turistas europeos allí presentes se tomaran aquello con toda naturalidad. A lo mejor es que en sus países pasa lo mismo cuando la entrada es gratuita, como sucedió ese día.
El caso es que tardé menos de diez minutos en ver la exposición, ya que una masa de convergencia europea me obligaba a avanzar al ritmo que se imponía desde el acceso al recinto. ¿Habrá sido ese ritmo igual de frenético los días en que la visita al museo exigía previo pago?
Probablemente no, pues que la entrada cueste dinero es la mejor forma de disipar colas, excepto cuando se trata de fútbol. ¿Y si para acceder no fuera necesario más que el Documento Nacional de Identidad como antaño? Ah, claro, pero entonces no éramos europeos.-
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