España pierde encanto en Belgrado
El empate con Yugoslavia mantiene en el liderato a la selección de Clemente
Un gol de penalti puso a salvo el marcador en un partido lúgubre y con dos actos opuestos para España. El resultado le reafirma como abanderado para acudir al próximo Mundial. El juego, sin embargo, le despojó del encanto y poder de seducción que le había otorgado el choque de Mestalla. No tuvo el equipo de Clemente identidad. Le faltó personalidad y convicción. Especuló demasiado con un tanto arañado en la primera escaramuza del partido y acabó a merced de Yugoslavia, un equipo que siempre tuvo fe en la victoria y que reivindicó su peso en el fútbol en un escenario único como el pequeño Maracaná de Belgrado.Las secuelas de la contienda reabrirán el debate sobre la manera en que Clemente mete mano a sus equipos partiendo de una lista de convocados ya avalada por todos los sectores del fútbol. El seleccionador tuvo que corregir sobre la marcha un trabajo muy meditado. El equipo pareció extrañar tanta maniobra y se perdió en la cancha a la media hora.
La puesta en escena ya auguró una noche de nuevas sensaciones. El colectivo de Clemente saltó a la cancha con un chaleco antibalas. Renunció a las bandas y al juego de doble pivote a cambio de reforzar el espinazo con un tercer medio. Ríos, Guardiola e Hierro se repartieron la divisoria. Tiró la línea de cuatro trasera hacia los medios, para achicar el campo, y reunió en el frente de ataque, con posiciones antinaturales, a tres futbolistas que dominan todas las suertes del gol: el físico de Kiko, el ingenio de Raúl y la habilidad de Alfonso.
Yugoslavia replicó con otro equipo agrupado, muy pendiente de los movimientos del ataque español, y especialmente presto para las transiciones. Santrac prescindió de un segundo delantero como Milosevic, y se encomendó a la llegada de Mijatovic y al uno contra uno de Savicevic. El partido auguraba un diálogo áspero, muy espeso y táctico.
La línea de contención española provocó que el encuentro se jugara en medio campo, así que hubo mucha maleza y poco espacio para la maniobra. El encuentro estaba parado a gusto de Clemente y la fiabilidad del grupo quedó reflejada de forma impactante en el marcador. Kiko retrató a Djorovic en el primer balón qu e pudo atrapar y el penalti puso el choque en franquicia para el grupo de Clemente. El resultado premiaba, al fin y al cabo, al equipo que más había preparado la contienda y respondía al anuncio del técnico español: había que controlar la primera media hora y a ser posible marcar el primer gol.
Yugoslavia, sin embargo, no se rindió. La defensa española perdió terreno, se abrieron los flancos y y Mijatovic y Savicevic agarraron el partido por las bandas tras un cuarto de hora de anonimato. Un par de balones cruzados dejaron a la zaga malparada y avivaron tanto el partido que Clemente comenzó ya a remover piezas: Alkorta pasó a lateral derecho y Abelardo se situó como segundo central.
El ajuste no resolvió las disfunciones españolas: Mijatovic, Mijailovic y Stojkovic, uno tras otro, apuntaron a Zubizarreta con la grada encendida por el absentismo del árbitro en una entrada de Nadal a Savicevic en el pico del área.
Sufrió mucho el grupo de Clemente en su intento de volver a domar el choque. Guardiola no entraba en juego y a la falta de fluidez le. seguía la pérdida constante de balones. Los yugoslavos agradecieron el descontrol y la falta de presión sobre la salida del cuero. No acusaron la baja de Savicevic sino que los cambios le dieron un mejor perfil. Ya no perdió el mando hasta el final.
No le quedó otra alternativa a Clemente que volver a tocar el grupo y dar entrada a futbolistas de corte más versátil y rápido, como Luis Enrique y López, para tapar las bandas, el atlético como improvisado lateral zurdo. Era una vuelta a empezar, un regreso a los orígenes, un adiós al nuevo concepto de los tres medios. El colectivo español acabó por tener un rostro más reconocible después de un mal rato, salvado mucho más por las acciones puntuales de sus futbolistas más expertos que por el sentido colectivo del juego.
El partido no dejó de ser nunca un martirio para el bando español. Volcados sobre el marco de Zubizarreta los yugoslavos tiraron tanto del fútbol como de la comedia para arrinconar al equipo de Clemente. Entraron en la zaga con paredes, aperturas y balones francos. Fue un mal trago que auguraba un duro final para el equipo español. Las ocasiones de gol de Yugoslavia fueron goteando hasta que llegó el empate. El Equipo de Santrac no paró hasta que atrapó el 1-1 mientras que a España no se la vio pasar de la divisoria en todo el segundo tiempo.
Resultó un mal final para un principio prometedor, sobre todo para un técnico al que le gusta tener un equipo para cada partido y una táctica para cada confrontación. España tuvo que acogerse a otro final épico para salvar un partido en el que, por la categoría de sus jugadores, se le suponía una mayor categoría futbolística.
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