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Reportaje:LA INFANCIA DE LOS ÍDOLOS

Del recreo a la selección

Así jugaban de pequeños los mejores futbolistas de la Liga española

Francisco Peregil

Klko era muy bajo y uno de los últimos en ser elegidos a la hora de formar equipo en el barrio; Roberto Carlos sostiene que sus primos tocaban el balón igual o mejor que él, pero no triunfaron; el entrenador de Vitor Baía aconsejaba colgarlo de las orejas para que creciese como los demás niños y no le metieran tantos goles por alto; Guardiola se levantaba horas antes de ir al colegio para jugar al fútbol en su plaza; Mijatovic ejercía de capitán, entrenador y presidente futbolístico con los amigos, no quería federarse por no perder mando y lo tacharon de cagón en su estreno ante el seleccionador nacional; Radomir Antic, antiguo entrenador de infantiles, explica cuál es el secreto para descubrir en un partido a los mejores entre tantos niños; Fernando Redondo se acuerda de un penalti que tiró en una finalísima con prórroga y del gol que siempre soñaba. Y Ronaldo explica por qué era Ronaldo desde muy pequeño, en una época en que las porterías se improvisaban con tres piedras y un jersey, antes de que las avalanchas de admiradores, los directivos y la moviola invadieran sus vidas.Las conclusiones que extraen de aquellas mañanas los jugadores más cotizados de la Liga se resumen en frases tan concisas como títulos de lecciones.

LECCIÓN PRIMERA

Nunca se puede decir "este niño no llegará"

A Kiko, el delantero del Atlético de Madrid, no lo cogían el primero ni el segundo cuando en las barriadas jerezanas se elegía a pares o nones. "Era muy bajito, no crecí hasta los 16 años, y además me iba con chavales algo mayores que yo. Tenía una cadera como más alta que la otra, y encontraba dificultad para correr. Además, los niños de mi equipo eran algo mayores, y yo los dejaba irse para alante y me quedaba de portero porque a mí, en realidad, me gustaba el fango, revolcarme por el suelo. Sólo jugaba de delantero cuando íbamos perdiendo y me cabreaba. Entonces me picaba con Luna, que era de otro barrio y ahora juega de delantero en el Gijón".

Por su amor al barro le llegó uno de los goles más graciosos que recuerda. "Había un charco enorme en el descampado nuestro, en La Granja, a la altura del área grande. Se metió el balón allí y fui detrás. A todo el que venía a quitármelo lo salpicaba con el balón y se- echaban atrás. De repente remonté la pelota así [Kiko gesticula con el piel, la empalmé y metí gol. Se quedó todo el mundo alucinado".

LECCIÓN SEGUNDA

Nunca se puede decir "este niño llegará"

Las estrellas consultadas admiten que además de talento se necesita mucha suerte para triunfar, y se acuerdan de niños que jugaban tan bien como ellos entonces. Roberto Carlos recuerda a sus primos: “Jugaban mejor que yo, pero tal vez por suerte o por el interés que puso mi padre sólo salí yo de la aldea donde vivíamos y jugábamos”. Guardiola rescata a un tal Velasco que marcó 60 goles en la liga de su pueblo. “Era buenísimo ese chaval, y cuando a mí me ficharon con 13 años para el Barça, a él lo echaron para atrás. Por eso pensé que yo iba a durar muy poco en el Barca; llegué muerto de miedo, porque si Kiko no creció hasta los 16 años, yo hasta los 18 años es que era un enano, sólo tenía cabeza”.

"Pues a mí", señala Vitor Baía, "el entrenador me decía que tenía que ponerme colgado de las orejas para que creciese. Hasta los 14 años yo era mucho más bajo que los niños de mi edad. Lo primero que me preguntó el primer entrenador que tuve es si mi padre era alto. Así calculaba él lo que yo podía crecer. Pero todos me chutaban al palo alto y no paraba ninguna".

LECCIÓN TERCERA

Todo lo que ocurra fuera del campo, no ocurre

Centímetros le faltaban a Vitor Baía, pero carácter no. La gran prueba de fuego le asaltó a los diez años en un campeonato de futbito donde aspiraba a su primer trofeo como portero menos goleado. Llevaba encajados sólo un gol menos que el niño situado bajo los palos de la otra portería. Y en el último minuto del partido, que se jugaba en el campo del rival, cuando el pequeño Vitor acariciaba con la imaginación su primer trofeo, pi taron penalti en contra. El aliento de los aficionados locales le gol peaba la nuca: "¡Esto no lo paras, chaval! ¡Has perdido el trofeo! ¡Se lo lleva el nuestro!". Vitor convirtió aquel griterío en una pantalla de cine mudo a la que daba la espalda. Sentado frente a los retratos de los héroes del Barca, el jugador que más dinero gana en la Liga española aún saborea aquellos instantes. "Paré el penalti. Y durante los segundos que faltaban para terminar sólo me faltó dar una vuelta de honor".

A su compañero Guardiola, que trabajó hasta de recogepelotas en el Barca, le costaba más trabajo concentrarse. "Me ponía nerviosísimo antes de los partidos, mucho más que ahora, pero lo superé a medida que fui cogiendo confianza".

LECCIÓN CUARTA

Los libros no sólo sirven como postes de portería

El colegio de Pep Guardiola abría a las nueve de la mañana, pero una hora antes Guardiola y sus amigos ya estaban jugando en frente de su casa. El centrocampista del Barça cuenta que las porterías eran los bancos de la plaza de Santpedor, y los partidos sólo necesitaban de otro compañero: se organizaban uno contra uno. "El balón era como un1ibro más, era impensable ir a la escuela sin pelota. Muchas veces pienso que el sudor en aquellas edades no debería ser fuerte, porque llegábamos empapados a clase".

Cualquier cosa era perdonable en el hogar de Redondo menos fracasar en los estudios. El requisito imprescindible para que el niño siguiera jugando era que en los exámenes no se resintiera. Y así fue. Por eso, incluso aquella tarde del gran desastre futbolístico, Redondo contó con el apoyo de su padre. Todos los millones de pesetas, los autógrafos firmados y las jugadas de gloria que el centrocampista del Madrid ha ido acumulando no han borrado aquella tarde bonaerense en que el equipo de su barrio alcanzó la final de un trofeo organizado por la Policía Federal. La prórroga no bastó, había que ir a la tanda de penaltis. Desde las gradas coreaban el nombre de Redondo, aplaudían, lo erigieron en héroe durante el segundo eterno que duró la carrerilla hasta el punto de penalti. Pero el niño falló. Ninguno de los goles fallados más tarde le dolería tanto como aquél. El trauma resultó llevadero porque en los exámenes no fallaba.

Al año siguiente lo acogieron en el Argentinos Juniors, el equipo de donde sólo saldría para venirse a España. Allí iba a enfrentarse con el sueño de su vida, el gol con el que tantas veces metía la cabeza en la almohada. "Yo quería arrancar del centro, porque siempre me gustó jugar ahí, tocar el balón lo más posible. Y arrancar desde ahí, recorrerme el campo, gambetear hasta al portero y marcar. Lo hice por fin frente al River Plate, con 14 anos, no se me olvidará".

LECCIÓN QUINTA

El entrenador casi siempre sabe más. Incluso más que niños como Mijatovic

Ahora que Roberto Carlos sale al campo con una pizarra llena de flechas dentro de la cabeza, ¿disfruta más o menos que antes? "Más ahora, sin duda. A pesar de todas las presiones y de la re lativa falta de libertad, disfrutas más del partido cuanto más sabes de fútbol". El brasileño no recuerda ningún gol soñado, se divertía más regalando pases de gol. Sin embargo, su compañero Pedja Mijatovic aún conserva una espina antigua en el historial de sus sueños. "Desde que tengo uso de razón quise marcar un gol de chilena... ", puntos suspensivos en la Ciudad Deportiva de Madrid. "y aún no lo he logrado" defenderte, tienes que coger fuerza y acostumbrarte a robar balones'. Y eso lo he agradecido yo mucho en mi carrera, sé plantarle cara a los defensas".

Hasta el niño más brillante tiene un mal partido. Y a PedJa le llegó en el peor momento. Con 14 años lo citaron para jugar en la selección juvenil de Montenegro. Ese día iba a demostrar que era el mejor, pero fue a topar con el adjetivo que más le ha disgustado siempre: "¡Cagón!".

En pleno partido, un dolor en la rodilla le impedía moverse. Y el entrenador de su equipo, que había informado muy bien de él, le gritaba:

-¿Qué te pasa?

-Me duele la rodilla.

"Comprendo que era poco creíble",- reconoce Mijatovic, "¿Cómo va a dolerle la rodilla a un chaval de 14 años? Pero era así".

-Miedo es lo que tienes.

"Luego, ese entrenador se hadado cuenta de que si algo no he sido nunca en la vida es cagón. Ni chupón tampoco.

LECCIÓN SEXTA

No 'chuparás' salvo en casos de extrema urgencia

"Nunca abusé de mi habilidad para el regate, y eso lo han valorado todos mis entrenadores", sentecia Mijatovic. Ni siquiera de niño se permitía frivolidades como fabricar túneles con las piernas del rival. "Todo lo hacía en función del resultado".

Roberto Carlos es un claro ejemplo de lo lejos que se puede llegar en el fútbol sin regatear. "Yo es que no sabía, no recuerdo en mi vida un solo túnel".

Radomir Antic, entrenador del Atlético de Madrid, posee una fórmula para descubrir a los buenos desde pequeños: "Me fijo mucho en cómo se mueven sin balón. Un jugador puede tener un mal día, pero la actitud de egoísmo o sacrificio suele ser siempre parecida".

Se aconseja al aprendiz de estrella no pasar a la siguiente lección, a menos que se llame Ronaldiño, Dieguito o algo semejante.

LECCIÓN SÉPTIMA

'Chuparás' por encima de todas las cosas, de la voluntad de tus rivales, de tus compañeros y del entrenador

Jugar sin balón en el campo, para algunos niños era inconcebible. El padre de Ronaldo recuerda que el niño se iba a la cama abrazado a un balón, informa Ángels Piñol.

Y ya entonces, con 14 años, jugaba igual: cogía la pelota y comenzaba una imposible carrera hacia la portería contraria. Ese individualismo le sirvió para abandonar un modesto club de fútbol sala, convertirse en el mejor jugador del mundo y desesperar a sus compañeros con tanto regate. " Mi única idea es marcar un gol, y si lo intento es porque puedo conseguirlo. ¿Para qué cambiar? No me ha ido mal".

LECCIÓN ÚLTIMA

(A cargo del propio niño)

Después de tantas enseñanzas, al aprendiz de estrella sólo le resta coger un balón para impartir sus propias lecciones.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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