Barça y Olympiakos, contra su sino perdedor
Se augura una final agónica por un título que se resiste a los dos grandes
La final de la Euroliga romperá hoy (20.30, La 2 y Canal 33) uno de los estigmas perdedores que acarrean el Barça y el Olympiakos. En la encrucijada del Palaeur de Roma se van a desviar los caminos paralelos de dos de los grandes del baloncesto europeo que han sido marcados a hierro candente por sus derrotas en el último peldaño hacia el título. Jamás lo han ganado, pero han sido los más asiduos pretendientes de la última década.Será la de hoy la quinta final para el Barça, que tratará de borrar los malos recuerdos de Ginebra 84 ante el Banco di Roma, Zaragoza 90 y París 91 ante el Jugoplastika y París 96 ante el Panathinaikos, y las no menos dolorosas derrotas en semifinales ante el Jugoplastika en Múnich 89 y el Joventut en Tel Aviv 94. Pero también el Olympiakos está cargado de razones para pensar que la de hoy sea la vencida. Vuelve el equipo griego a vérselas con un representante español después de que el Joventut y el Madrid le derrotaran en las finales de Tel Aviv 94 y Zaragoza 95. Para uno de los dos el partido romperá su racha fatídica; para el otro no hará sino agrandar su leyenda negra.
Se perfila una final agónica, con un marcador bajo y una diferencia estrecha. Es lo que se corresponde con un acontecimiento de este tipo: los últimos siete campeones lo han sido logrando rebasar apenas la barrera de los 70 puntos y algunos de ellos, como el Limoges y el Joventut, ni siquiera llegaron a la de los 60. Al cariz del acontecimiento y la intensidad defensiva que prima en el mismo se le añade el estilo de juego controlado y paciente del Olympiakos.
El partido se va a jugar bajo sospecha. El polémico final del año pasado en París, en el que salió perjudicado el Barcelona como así llegó a reconocerlo por escrito, en un acto sin precedentes, la propia Federación Internacional (FIBA), ha disparado todas las especulaciones y mecanismos de presión. Aquel tapón ilegal de Vrankovic, a Montero y los errores de cronometraje en el último minuto que favorecieron el triunfo del Panathinaikos, son esgrimidos ahora por el Olympiakos para avisar de un supuesto desagravio arbitral al Barça. Todo vale en una final de este tipo. Y máxime cuando. los griegos están por medio. Los árbitros, el finlandés Jungebrand y el lituano Brazauskas, en principio parecen ofrecer garantías de imparcialidad.
El Barcelona tendrá enfrente a un equipo con sus mismas exigencias y con una plantilla con experiencia y calidad. Su camino hacia la final avala a los griegos, que ganaron 9 de los 16 partidos de una fase regular en la que se limitaron a buscar el pase. El factor campo en contra no les impidió eliminar en cuartos y en octavos de final al Partizan y al vigente campeón y rival ciudadano, el Panathinaikos.
Es el Olympiakos un equipo muy calculador. Ivkovic, su técnico serbio, no permite que sus jugadores se salgan de un guión en el que están previstos hasta los fallos. Sólo permite mayor iniciativa de la cuenta a la gran estrella del equipo, el base estadounidense David Rivers, que fue, con una dirección magistral -28 puntos y 2 asistencias- quien le dio el pase a la final a costa del Olimpia.
Ivkovic no es partidario de mover en exceso el banco. Cuenta con el que tal vez sea el mejor defensor europeo, Sigalas, y con Nakic: como aleroo y dos pívots tan altos como Tarlac, de 2,12 metros, 23 años y que va camino de ratificar las enormes expectativas puestas en él, y como el veterano Fasulas, de 2,13 metros y 33 años. Tomic es quien da oxígeno a Rivers y Nakic, al alemán Welp, también de 2,12 metros, y al joven Papanikolau, quienes disponen de algunos minutos si el cansancio o las faltas molestan a Tarlac y Fasulas. Nadie en Europa cuenta con un juego tan físico bajo el aro. No es muy significativa la baja del americano Evric Gray, que apenas 10 días antes de la final a cuatro dio positivo en un control antidopaje tras un partido de la Liga griega.
El Olympiakos tendrá de su parte el factor ambiental. Los más de 5.000 seguidores griegos les hacen ser mayoría absoluta en el Palaeur de Roma ante los 1.300 aficionados del Barça. Sólo en el caso imprevisto de que las aficiones de los dos semifinalistas derrotados -1.300 eslovenos y 600 franceses- se solidaricen con una causa ajena puede llegar a oídos de los jugadores azulgrana cierto apoyo.
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