África canta
Una docena de grupos exhibe la riqueza musical del convulso continente en los locales madrileños
, La voz de África se escucha en la capital. Más de una docena de grupos estables de africanos se busca la vida en los garitos. Todos son inmigrantes que huyeron de sus convulsos países en busca, sobre todo, de tranquilidad. Aquí encontraron casa, familia, comprensión, trabajo y, a veces, desprecio. Músicos de Guinea Ecuatorial (Hijas del Sol y Barón), Sudán (Kambala y Rasha), Marruecos (Said Oughassal), Senegal (Saf Louga y Badou Nyade), Argelia-Marruecos (Nomads), Zaire (Afrika Lisanga), Guinea-Bissau (Bidinte), o los angoleños, mozambiqueños y guineanos de reggae, como Afrobrass o Cañamán, muestran la riqueza musical africana.
El decano de los músicos africanos en Madrid es Jean-Philippe Lema, un zaireño de 46 años que vive desde hace 10 en la capital, está casado con una madrileña y reside en unos pisos enfrente del centro okupa desalojado en La Guindalera. En Zaire, Lema era un experto criminólogo (policía judicial) que un día decidió dejarlo todo "porque el que no comulga con el dictador [Mobutu Sese Seko] acaba muy mal". Cuando llegó a Madrid, se percató de que no se escuchaba la música de su tierra en ningún sitio y formó Afrika Lisanga. Su música se llama soukous, algo así como la salsa africana. "Es para sudar bailar y mover mucho la cadera. El ritmo es enloquecedor", explica en perfecto castellano.
Lema, que actualmente cursa cuarto de Derecho, vive de los conciertos que ofrece con Afrika Lisanga y de un trabajo de mensajero. "Es muy difícil vivir de la música en Madrid Pagan una miseria, salvo en Suristán", se lamenta Lema.
Y si Lema es el pionero de la música africana en Madrid Rasha es la más joven. Tiene 26 años, y lleva seis en la capital. Llegó de Sudán con su hermano Wafir, con el que formó el grupo Kambala . Esta cantante está feliz porque acaba de editar su primer disco en solitario, llamado Sudaniyat. Wafir, su hermano, sigue al frente de Kambala, además de formar parte del grupo Radio Tarifa. Rasha vive exclusivamente de la música y dice pasarlo muy mal: "Se cobra una miseria y las condiciones acústicas son mediocres". Su disco es una visión de toda la música de Sudán, el país más grande de África. "Es una mezcla árabo-africana, llena de ritmos, con un lado melancólico", dice Rasha, que permanece en España con un permiso de trabajo que tiene que renovar cada año: "Espero que este año me den un permiso para los próximos cinco años. Tengo la creencia romántica de que el mundo es de todos. Pero los inmigrantes lo pasamos muy mal. Madrid está muy tenso. He pensado en probar otras ciudades europeas".
La comunidad marroquí es, quizá, la más cerrada. Said Oughassal, de 33 años, por ejemplo, lleva en Madrid siete y apenas se comunica en castellano. Y eso que está casado con una española. Este músico de Casablanca ofrece uno de los espectáculos musicales más coloristas. Su estilo se denomina gnawa, de origen subsahariano.
"Es un baile, una terapia. En realidad, el ritual dura toda una noche, pero aquí sólo lo hemos podido hacer una vez en el Círculo de Bellas Artes. Toda la noche tocando, comiendo y bebiendo. Fue fantástico", comenta Oughassal.
Otro joven marroquí de su grupo explica que los desprecios hacia el africano todavía no se han disipado: "Cuando estás en el escenario haciendo música todo el mundo te respeta, pero en la calle es otra cosa. Voy en el metro y tengo que poner las manos arriba para que la gente no se altere".
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