La larga y fatigosa marcha
Con la proyección esta noche, a las 22.00, de Two much (Fernando Trueba, 1995), Canal + consigue una de las cotas más altas de la programación cinematográfica en televisión. Trueba es uno de los dos premios Oscar del cine español (Belle époque, del citado director, y Volver a empezar, de José Luis Garci) y con Pedro Almodóvar forma la pareja, sin duda, con mayor proyección internacional de nuestro cine. Pero hablar de Two much permite, también, algunas consideraciones sobre el cine en general, el cine español en particular y, muy específicamente, sobre los intentos de los realizadores españoles por lograr introducirse en el mercado estadounidense en unas condiciones, al menos, de cierta igualdad de oportunidades.Los profesionales lo saben desde siempre, pero quizá convenga recordar que Estados Unidos, el país líder del libre comercio, el libre mercado y el liberalismo económico, es también uno de los que de modo más inflexible -casi autárquicamente- defiende su industria cinematográfica de cualquier posible competencia exterior. Sus rígidas normas impiden el doblaje de los filmes extranjeros y, con ello, el acceso a los circuitos comerciales más populares. Cualquier película rodada en otro idioma que no sea el inglés está condenada a ser exhibida en cines de arte y ensayo, con la inevitable reducción del número de hipotéticos espectadores. Por el contrario, su industria cinematográfica goza y disfruta de los privilegios de los doblajes en el resto del mundo, y especialmente en una Europa comunitaria tan fácilmente doblegada a sus intereses, con el factor añadido que supone el controlar las grandes distribuidoras y buena parte de la exhibición.
Nadie discute la calidad del cine estadounidense ni su capacidad artística e industrial, como tampoco nadie podrá discutir el que buena parte de su prestigio se basa en realizadores de origen europeo afincados-en Hollywood. Billy Wilder, el reconocido maestro de Fernando Trueba, es uno de los muchos ejemplos posibles. Lo que resulta sorprendente es el doble rasero que aplica su industria para comercializar las películas, que se puede resumir en una sola frase: o conmigo o contra mí. De ahí que esfuerzos como el realizado por los productores de Two much, el que hizo Bigas Luna en 1981 con su Reborn, o el de José Luis Borau en 1984 con Río abajo, por citar algunas realizaciones españolas rodadas en EE UU aceptando las costosas condiciones de su peculiar concepto del libre mercado, puedan ser calificadas de heroicas.
Elogiar o comentar Two much a estas alturas es un ejercicio inútil -o reiterativo. Una comedia basada en una novela de Donald E. Westlake, con un reparto excelente y poderoso y una producción insólita en el panorama cinematográfico español, que ha sido -de ahí la inutilidad de cualquier comentarío- uno -de los filmes más vistos en España, es, al mismo tiempo, un nuevo ejemplo de la larga y fatigosa marcha del cine español por disfrutar modestamente de un lugar al sol en el mercado más poderoso y proteccionista del mundo.
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