El Barcelona empieza de nuevo
Los azulgrana abrazaron ante el Compostela un fútbol más solidario
Quien quiera entender algún día al Barça de Robson deberá tomar necesariamente como referente al Compostela. El Mesías del fútbol nació en Santiago una noche de octubre en que Ronaldo le pidió a Dios ser el mejor jugador del mundo, y el Barcelona se convirtió en una banda de mercenarios al servicio de un pichichi. El juego se medía sólo en función de los goles del ariete brasileño o, en su defecto, del genio de Luis Enrique o del poder intimidatorio de Popescu. No llegó aquel equipo a ningún sitio. Fue cayéndose a trozos porque a trozos fue montado sin atender a ningún patrón de juego. El reencuentro ayer por la tarde con el Compostela sirvió justamente para empezar de nuevo, abrazar otro concepto, una idea más solidaria del fútbol y pedirle a Dios un equipo de fútbol.Volvió aquel Barça juvenil, tierno, jovial, inexperto si se quiere, un grupo que tiene el gusto por la pelota como bandera. Amor, Roger, De la Peña, Figo, Ronaldo, futbolistas todos que le dieron sentido común al juego. Hasta Amunike se reincorporó al rondo sin desentonar, pese a que su entrada provocó la ira de una hinchada feliz por abrazar de nuevo a la Quinta del Miniestadi y rabiosa por la cabezonería de Robson. El entrenador debería tomar nota y no abortar ese equipo que parece nacer.
Robson tiró por un día de la cantera, pues medio equipo era de la casa Busquets, Ferrer, Sergi, Amor, De la Peña y Roger-, jugó con sólo dos centrales -Popescu calentó banquillo-, abrió la cancha con Figo y Stoichkov, dejó a Ronaldo como ariete, con Iván de la Peña jugando a rebufo del brasileño, y Amor y Roger en la gestación del juego. Lleno por una tarde el medio campo, el colectivo tenía buena pinta desde la arrancada y resultó que estuvo bien puesto, controló el juego y movió la pelota con criterio.
Un gol tempranero, a la salida de un córner, le sirvió al grupo azulgrana para adquirir confianza. El segundo tanto expresó sin reservas el buen color del equipo: Figo robó el balón -por un día el portugués ejerció no sólo de abastecedor sino también de recuperador-, Blanc lo acondicionó -el libre está para orientar el juego-, Iván de la Peña lo aseó primero -un buen pelotero jamás lo rifa- para después habilitar Lo Pelat siempre tiene que dar el último pase a Stoichkov, mortal cuando va a la carrera. La ejecución fue perfecta. Y el tercero puso la guinda: lo marcó Ronaldo -el pichichi siempre tiene que dejar huella- en un tuya-mía de Roger e Iván, una jugada que invitaba a la nostalgia.
Nunca jugando tan serio había provocado el Barça una sonrisa tan amplia entre su hinchada. Robson deberá decidir si la idea de juego que sirve para golear al Compostela tiene consistencia para eliminar al Atlético. Para eso le ficharon.
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