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Tribuna
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'Míster'

Apreciado señor Capello:Soy un peluquero de 60 años desengañado del mundo y sus vanidades. He perdido muchas cosas, pero me queda la palabra y el balompié. Cuando contemplo la fugacidad de la vida y de las personas, me solazo paseando por los alrededores del Santiago Bernabéu, que sigue ahí, inasequible al desaliento.

Todos mis conocidos me consideran persona timorata y pacífica. Es verdad. Mi equilibrio se basa en que me desfogo gritando insensateces y palabras malsonantes en cada encuentro merengue.

La noticia de que usted quiere marcharse a Milán me llena de desasosiego. Ya me había acostumbrado a sus corbatas sus pañuelos, sus rizos y sus arrebatos latinos. He vociferado contra usted, pero mis exábruptos más sonrojantes van dirigidos al árbitro y al equipo rival. Usted ha conseguido que el Madrid encabece la clasificación, a pesar de lo cual sus relaciones con Lorenzo Sanz son tortuosas. No lo acabo de entender. Pero en fútbol son mucho más importantes las pelotas que la razón. ¿Qué pasaría si el equipo fuera cuesta abajo?

No está en mi ánimo echar más leña al fuego. Sólo deseo, sugerir algún guiño para solucionar el caos y que usted siga siendo el técnico del equipo de mis amores. Mire usted, señor, su propio apellido es ya un dato providencial: el Madrid necesita un peluquero, dicho sea sin señalarme. La gente mayor y responsable, como un servidor, vemos con ansiedad las cabezas montaraces de nuestros jugadores. Los pelos de Seedorf, Redondo, Guti, por ejemplo, y

no son de recibo.

El cabello alborota a la juventud. Esos pelos precisan cuidados especiales y mucho tiempo, se lo dice un profesional. En menos de dos horas yo podría cortar por lo sano y acabar de una vez por todas con las veleidades Capilares. Hay otro aspecto sinuoso que usted debiera controlar: la desorbitada influencia de las vedettes en el ánimo de la plantilla. ¿No le parece que Ana García Obregón y Bibí Andersen están corrompiendo al vestuario? Hay que terminar con esto por pelotas y por el bien de España.

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