El triunfo de Sharanski,
El disidente ruso y actual ministro israelí visita la temible prisión donde estuvo internado hace 20 años
, Si el perdón es el último triunfo del espíritu humano, un hombre pequeño, pero con una voluntad de gigante, alcanzó el pasado jueves la cima de la victoria ante una hilera de bloques de ladrillo en el exterior de la famosa prisión soviética de Lefórtovo. No sólo los comunistas y los rusos dejados a la deriva en alguna de las repúblicas postsoviéticas en proceso de tercermundización sienten nostalgia de la extinta Unión Soviética. También los disideintes más aguerridos, los que sufrieron en su propia carne las consecuencias de su oposición al comunismo, pueden ser presa de esta debilidad.
Y para demostrarlo está Natan Sharanski, el ministro de Comercio e Industria de Israel, que en su otra vida, antes de que el comunismo se hiciera añicos, se llamaba Anatoli Sharanski y era un ciudadano soviético movilizado a favor de los derechos de emigración de los judíos.
Sharanski, que fue acusado de agente de la CIA, fue encarcelado por actividades antisoviéticas y espionaje en 1978, tras haber sido uno de los fundadores del grupo de Helsinki, que se dedicaba a vigilar el cumplimiento de los acuerdos internacionales firmados por la URSS en 1975.
Precisamente a la cárcel de Lefórtovo volvió el jueves el ministro Sharanski, dentro del programa de su primera visita oficial a Rusia desde que, en 1986, lo canjearan por espías soviéticos y lo expulsaran de la URSS en un puente de Berlín, siguiendo los cánones de la guerra fría que ya empezaban a resquebrajarse.
Ahora, Sharanski ha estado cinco días en Moscú como jefe de una delegación de 60 empresarios. Aparte de impulsar el comercio entre Israel y Rusia, su misión consistía también en preparar el camino para la próxima visita a Moscú del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a mediados del próximo marzo.
Antes de ser enviado a un campo de trabajo, el hoy ministro israelí pasó 18 meses en Lefórtovo, mientras sobre él se cernía la amenaza de ser ejecutado por traición.
A sus 49 años, ha regresado para sentir el paso del tiempo y para enseñar el lugar a su esposa, Avital. "He vuelto aquí para sumergirme en el pasado y para tratar de entender, a través de Lefórtovo, los cambios que ha experimentado este país", señaló el ex disidente, que pasó 80 minutos en el interior de la prisión.
"Vuelvo a mi alma máter. Ésta ha sido la universidad más importante de mi vida", dijo Sharanski antes de penetrar en Lefórtovo, la institución del Comité de Seguridad del Estado (KGB) que tan bien conocieran los políticos de oposición al régimen soviético e incluso los rivales de Borís Yeltsin como el ex jefe del Parlamento Ruslán Jasbulátov y el ex vicepresidente Alexandr Rutskói tras el cañoneo del Parlamento ruso en octubre de 1993. En opinión del ministro israelí, Lefórtovo sigue siendo tan silencioso como antes y tiene las mismas celdas de castigo, pero está "más limpio" y mejor cuidado y también parece más luminoso. A Sharanski le pareció que la ración de carne de los presos es más abundante que antes. El ex disidente, sin embargo, se mostró algo escéptico ante las informaciones de los responsables de la prisión, según los cuales los internados en celdas de castigo reciben mantas como el resto de sus compañeros.
La biblioteca de Lefórtovo fue objeto de especial interés durante la visita. Sharanski explicó que su valiosa colección de clásicos confiscados en los años treinta le habían ayudado a soportar los interrogatorios. Y para ayudar a otros en semejante trance regaló a la biblioteca cinco ejemplares de su libro No temas ningún mal, donde se describen su experiencia carcelaria y la forma de resistir los interrogatorios.
Llevado por la nostalgia, estuvo también en la sinagoga central de Moscú y en una escuela judía, donde vio cómo los niños son instruidos en sus tradiciones religiosas e informados sobre las discriminaciones de la época comunista. En su antiguo domicilio de la capital rusa, sin embargo, tuvo una desagradable sorpresa ante la puerta de hierro que cerraba el paso a lo que fuera su casa. Las puertas blindadas siguen existiendo también en la nueva Rusia, y no sólo en la cárcel, sino para proteger a los ciudadanos de a pie de quienes andan sueltos y deberían estar entre rejas.
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