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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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Información frente a superstición

Eduardo Haro Tecglen ha escrito el pasado día 28 de diciembre, Día de los Inocentes, en su columna Visto / Oído de este periódico, que estamos en una época en la que al tiempo que "aumenta nuestro escepticismo, crece nuestra credulidad". En la sociedad mediática de nuestros días, el asalto a la razón -un incontestable avance de posiciones y creencias no ya acientíficas e irracionales, sino claramente anticientíficas y antirracionales- se lleva a cabo fundamentalmente a través de los medios de comunicación. Es lógico, por ello, que la batalla a favor de los postulados de la razón se libre en el mismo terreno. Una prensa seria y rigurosa se distingue también de la que no lo es por la aplicación estricta de los criterios profesionales del periodismo -en primer lugar, el de veracidad- a cuanta información tenga que ver con la ola para o seudocientífica -curas milagrosas, alternativas no médicas para graves enfermedades, poderes de la mente, grafología, predicción del futuro...- que invade a la sociedad actual.Alfonso López Borgonoz encabeza la lista de un numeroso grupo de lectores -abogados, médicos, profesores universitarios, informáticos, arqueólogos...- que comparten su "pensamiento escéptico" a través de Internet y que se han dirigido al Defensor del Lector para pedir que EL PAÍS se mantenga firme en la defensa de los postulados racionales en el tratamiento informativo de los temas para o seudocientíficos, de manera que "no incentive la superstición entre sus lectores". No es que estos lectores -procedentes de diversos campos, intereses y países- observen algún tipo de debilidad de EL PAÍS en esa defensa; sólo manifiestan que verían "con agrado que el diario pudiera aumentar su sentido crítico ante las proclamas de las seudociencias (y aun de las mismas ciencias, si cabe) en la búsqueda de un (todavía) mayor rigor expositivo y de un mejor cumplimiento de la finalidad social de todo medio de comunicación".

El Defensor del Lector comparte plenamente la preocupación de estos lectores. El objetivo básico de la información, al menos tal como la entiende EL PAÍS, es "ayudar al lector a entender la realidad" (Estatuto de la Redacción), y mal se le podría ayudar si la información contiene elementos de ficción o que están lejos de haber sido comprobados y que incluso ni son comprobables. A estos lectores les gustaría, dentro de ese aún mayor rigor expositivo que piden, que en la sección Horóscopo que se publica en el suplemento El País Pasatiempos del fin de semana se incluyera ésta o singular advertencia: "Los siguientes pronósticos no tienen relación alguna con la astronomía ni tienen ningún otro respaldo científico, y sólo tienen valor como entretenimiento". En numerosos diarios estadounidenses, este tipo de advertencia figura al pie del horóscopo, a fin de señalar al lector que sus pronósticos no tienen ninguna validez científica y que deben ser contemplados como un mero entretenimiento. Sin embargo, en EL PAÍS queda meridianamente claro este carácter al figurar el horóscopo en el suplemento dedicado a pasatiempos. La credibilidad de la marca de EL PAÍS no puede suponer aval alguno de predicciones -casarse o no, invertir o no su dinero...- que tienen una finalidad lúdica, y que así se presentan. Cualquier lector mínimamente avisado lo sabe. En todo caso, ahí queda la sugerencia de estos lectores.

Mayor fundamento tiene, en cambio, su deseo de que el espíritu crítico se refuerce si cabe en el tratamiento informativo de las noticias científicas o que aparentan serlo. Desde esta perspectiva ponen algún reparo a la información (¿Luna asesina? edición dominical de EL PAÍS del 1 de diciembre) sobre la hipotética influencia de la Luna en el múltiple crimen de la localidad burgalesa de San Millán de Lara. Estos lectores estiman que les "pareció poco razonable" dar el mismo espacio a quienes defendían tal hipótesis como a los que la negaban. Sin embargo, si se lee con atención esa información, se observará que se otorga mayor credibilidad a los testimonios que niegan alguna relación entre los movimientos lunares y la agresividad humana tal como opinan estos lectores, para quienes "por estadística se sabe que la cifra de crímenes durante la luna llena no experimenta un aumento significativo, si no es porque se ve mejor de noche, lo cual puede facilitar los movimientos".

En cualquier caso, no es fácil para el periodista evaluar correctamente, desde los presupuestos de rigor informativo, las noticias presuntamente científicas, avaladas a veces por personas de cierto rango social e incluso académico o al menos conocidas. Malén Ruiz de Elvira, corresponsal científica de EL PAÍS, opina que "las seudociencias o paraciencias no son ni sucedáneos de la ciencia ni ciencia heterodoxa. Son otra cosa; su referente más cercano es la fe, y su mayor enemigo es la educación en la racionalidad. Por tanto, un medio de comunicación, cuya misión básica es informar de la realidad, de lo que existe y lo que pasa, puede reflejar la existencia de estas creencias o como fenómeno sociológico (y económico) o como creencia o actividad de algún personaje de un hecho noticiable, pero no puede convertirlas en entidad noticiable en sí mismas, y mucho menos otorgarles una credibilidad científica, cuando ésta, por definición, no se puede basar más que en hechos comprobables. Es como si se admitiera en cualquier tema la publicación de rumores o afirmaciones sin comprobar".

Javier Armentia, astrónomo y presidente de Alternativa Racional a las Pseudociencias, estima que la solución pasaría por una evaluación adecuada por parte del periodista de las proclamas -seudocientíficas. Pero "admitiendo que este control / evaluación no siempre es sencillo, y a veces el periodista no tiene tiempo o posibilidad de acceder a esta información (no siempre se tiene un experto a mano que pueda evaluar objetivamente el tema), hay que reconocer que el problema queda pendiente y que ello -tristemente- lleva a que a menudo el tratamiento de estos temas en los medios de comunicación quede sesgado. Si a ello se añade que es más llamativo -y, por tanto, vende más- pensar en algo paranormal o sobrenatural que en una explicación racional o mundana, la cuestión se complica todavía más".

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número (91) 337 78 36.

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