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Café con hielo

Para negocio, el hielo.Un negocio que uno querría tener en exclusiva es el de los cubitos de hielo que utilizan para servir los llamados cafés con hielo en los bares del aeropuerto de Barajas.

A un servidor le adjudican ese negocio y se forra.

Acudimos al aeropuerto de Barajas aquí un compañero del taller y un servidor, pedimos dos cafés -uno normal, el otro con hielo, por favor-, los sirvieron, cobraron, y el del hielo costó 35 pesetas más que el calentito.

Reseñaba la nota que expidió la caja registradora: café solo, 130 pesetas; café con hielo, 165 pesetas.

Treinta y cinco pesetas divididas entre tres dan 11,66 pesetas. 0 sea, en los bares del aeropuerto de Barajas cuesta 11,66 pesetas un cubito de hielo.

No se crea que el camarero hubo de someter el café con hielo a sofisticada manipulación. Simplemente tomó los tres cubitos de un cubo que allí había, los metió en el vaso de café; y no se hernió, ni nada.

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El avión salía con retraso -barruntaron que sería una hora-, y había tiempo para conversar, leer, soñar al amor de un gustoso cafetito.

Ninguno de los dos cafetitos resultó gustoso, ésa es la verdad. De un negro chimenea ambos, quizá excesivamente torrefactados, no apetecía en absoluto recrearlos ni en un sutil paladeo.

Tampoco es de extrañar: en cuestión de cafés, uno los ha tomado peores. Abundan en Madrid los bares donde da la sensación de que prepara los cafés César Borgia.

Pues la perplejidad que nos había producido el precio del café con hielo iba en aumento y, siendo cierto que cuando el diablo no tiene qué hacer -sobre todo en un aeropuerto- con el rabo espanta las moscas, procedimos a echar cuentas.

Papeles en la mesa, bolígrafo, calculadora, el medio centímetro que figuraba impreso en un pequeño calendario, constituyeron las herramientas de trabajo.

Se trataba de averiguar el precio de una barra de hielo en los bares del aeropuerto de Barajas a partir del precio que cobran por un café con hielo.

Quien de los dos sabía contar (no un servidor; el compañero del taller) cubicó, promedió, multiplicó, dividió, sacó la regla de tres en un alarde de virtuosismo -evidentemente iba para nota-, y finalmente obtuvo el total matemático.

En un principio no lo dijo. Dijo ihélas! y se quedó como si le hubiera dado un aire. Debió de ocurrir: sus ojos desorbitados tenían perdida la mirada en la infinitud sideral. Repuesto al cabo, respiró hondo y proclamó con énfasis el resultado de la operación: "¡Una barra de hielo cuesta en el aeropuerto de Barajas 27.577 pesetas con 999 céntimos!".

En lugar de coger el avión nuestro deseo era en aquellos momentos averiguar con quién habríamos de hablar para que nos concediera en exclusiva el negocio de surtir de cubitos de hielo los cafés con hielo que sirven en los bares del aeropuerto de Barajas.

Un par de barras de hielo (acaso tres) bastarían para abastecer los cafés con hielo que pudieran servirse en cada bar del aeropuerto cualquiera de estos fríos días de invierno (en verano, lo mismo multiplicado por 100). Las 130 pesetas del café serían para el dueño del bar. Las 35 restantes, para un servidor y el socio matemático gracias a cuyo genio investigador se pudo saber que una barra de hielo equivale a una mina de oro.

Depende del uso que se haga de la barra de hielo, naturalmente. Sofocados por la emoción del descubrimiento pedimos un vaso de agua, nos los sirvieron con dos cubitos de hielo, rogamos que los quitaran (no nos los fueran a cobrar), los sacaron del vaso presto y los tiraron al fregadero sin ningún dolor de corazón.

Si a pesar de las recomendaciones no nos conceden el negocio de los cubitos de hielo para expender el café con hielo en los bares del aeropuerto de Barajas, la próxima vez pediremos un café caliente y un vaso de agua. El agua nos la servirán indefectiblemente con dos cubitos de hielo, sacaremos los dos cubitos de hielo, los echaremos al café y nos habremos ahorrado 35 pesetas.

Escamotearles impunemente y en justa correspondencia 35 pesetas a los bares del aeropuerto de Barajas debe dar gustirrinín.

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