Raúl tiró las piezas del tablero
El Madrid resolvió en cuatro minutos con la entrada del jugador español tras el descanso
El Madrid de Capello sigue fiel a la cuenta de resultados. El triángulo Raúl, Suker, Mijatovic sigue dando beneficios. Capello estará contento. Y el derby del sábado está servido con todos los elementos a favor: Madrid y Atlético llegan sin dudas. Las presumibles dificultades que podía presentar el Valladolid se esfumaron por un exceso de cálculo. No fue un partido de Copa propiamente dicho. No hubo pasión ni se derramó una gota de sangre. Ahora bien, el duelo celebró las excelencias de Raúl. El hombre viajó a Valladolid para tomarse un descanso, pero debió ser reclutado mediada la segunda parte. En cuatro minutos se ganó el protagonismo de la noche y resolvió el asunto. Eso es, justamente, lo que hacen las grandes estrellas.Hubo demasiada táctica para tratarse de un partido de Copa. Buena parte del encuentro, desde luego toda la primera mitad, careció de sentimiento, uno de los elementos patrimoniales que distinguen a los encuentros coperos. Cada cual había echado sus cuentas y en el saldo podía leerse el empate. El partido nació sin contraste porque ambos coincidieron en sus propósitos: el Valladolid no tenía prisa, el Madrid mucho menos; el Valladolid actuaba como si el marcador no le resultara desfavorable, el Madrid a la espera. Un gol es un objetivo suficiente en el horizonte del Valladolid y el Madrid vive actualmente pendiente de la cuenta de resultados. Todos los protagonistas eran conscientes de que el asunto podía resolverse sobradamente de un solo golpe.
En esa tesitura, el juego discurrió de forma subterránea. Mucha presión, poco riesgo, escasa elaboración. Los hechos discurrieron con prudencia. Poco plomo y muchas salvas, salpicado de faltas en el centro del campo y balonazos a la grada cuando la situación no era del todo clara. faltaba sangre y la Copa sin sangre pierde parte de su sentido. El balance del primer periodo fue ridículo: a ambos sólo se les vio pasión en los libres directos; la emoción se redujo a un minuto de juego en el que un error de César casi regala un gol a Mijatovic. Un posterior disparo de Peternac al palo en un balón suelto. Puestos a dar cuenta de lo sucedido, el partido estaba tan predetererminado que apenas sobresalió algún protagonista. La falta de carácter diluyó los personalismos. La previsión se cumplió y los dos técnicos aplaudieron el empate en el descanso.
Necesariamente, tanto exceso de cálculo terminaría por perjudicar a uno de los dos. El Valladolid debió prever que había propuesto un tipo de partido que le resultaba tremendamente cómodo al Madrid. Le había dado tiempo a instalarse, a colocarse en el campo, a sentirse seguro, a perder los nervios. A pesar de que Suker comenzaba a dar muestras de nerviosismo, colocándose en zonas que le resultan extrañas (a veces en funciones de volante izquierdo), el Madrid apareció en la reanudación con ganas de tomar la iniciativa. Despertó el toque, empezó a elaborar, rescató a Raúl del banquillo, Raúl conectó con Mijatovic y en cuatro minutos impecables asestó dos cuchilladas mortales.
La experiencia resultó especialmente interesante dada la coyuntura que vive nuestra Liga en estos momentos: Raúl es el jugador más decisivo del fútbol español, uno de esos especímenes que hacen notar tanto ausencia como su presencia. Cierto es que Capello sorprendió al dar entrada a Raúl mediada la segunda parte, porque siendo evidente la incapacidad del Valladolid para alcanzar el área, cabría la posibilidad de que se viera tentado de asegurarse un poco más. Ese gesto resultó digno de mejor causa y Raúl no decepcionó.
Exento de pasión y de persona es, Raúl ingresó en el campo con carácter y le dio vida a la noche. Bastaron cinco minutos para que nadie dudara de que era el protagonista de la eliminatoria: Mijatovic cobró vida y Súker volvió al redil. El partido estaba lleno de trucos, repleto de instrucciones, inundado de tacticismo, exento de fútbol y elaboración. Y Raúl entró libre de cargas. Trajo del banquillo cosas muy elementales, un regate y un pase. Con un regate y un pase, puso a Mijatovic frente al gol. Un regate y un pase utilizó Mijatovic para devolverle el favor.
La noche fue de Raúl en cuatro minutos. El Madrid fabril se convirtió en un Madrid artesanal por unos momentos. El balón llegó al área con sentido y de esa razón superior nacieron los dos goles. Y de esos dos goles, la sentencia final. No fue un partido de Copa, pero tampoco un verdadero juego ajedrecístico. Llegó Raúl y tiró las piezas del tablero. Total, es otra forma de dar jaque mate.
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