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Fiesta en el Reino Unido por el rescate del navegante solitario

La voz trémula de Tony Bullimore recién rescatado del mar se escuchó con nitidez en los hogares británicos, gentileza de la BBC. El. noticiero de la mañana dejó una estela de felicidad no sólo en el confortable domicilio en Bristol del hombre de negocios y navegante aficionado, sino en todo el Reino Unido. Tras más de cuatro días de odisea, dentro del casco de su yate que volcó el domingo en aguas heladas a 900 millas de la Antártida, Bullimore, de 57 años, fue rescatado la madrugada de ayer por una fragata de la Marina australiana. El primer ministro británico, John Major, se felicitó por tan "maravillosa operación" desde la India, donde se encuentra en visita oficial."Gracias a Dios. Esto es un milagro". Esas fueron las primeras palabras del naúfrago al equipo de rescate que llegó la madrugada de ayer hasta su navío volcado. Unos golpes en el casco, a los que respondió débilmente Bullimore, proporcionaron a los buceadores australianos la certeza de que el navegante solitario estaba vivo. Segundos después, su cabeza emergía del agua. "Determinación, un poco de chocolate y un poco de agua me han salvado la vida", diría más tarde Bullimore. Lo cierto es que en la burbuja de aire donde se acomodó el marino, en lo alto del casco volcado, no quedaba ya oxígeno más que para otras seis horas. El júbilo de los británicos era ayer inmenso.

Un dedo congelado

Televisiones, radios y diarios habían seguido minuciosamente la odisea de Bullimore, desde que el pasado domingo su barco naufragara, como el del también rescatado francés Thierry Dubois, que le esperaba ya en la Adelaida. La operación de rescate puesta en marcha por la Marina australiana despertó enorme interés en el Reino Unido. Un tabloide que en diciembre pasado se quejó a toda plana de las 100.000 libras gastadas en el rescate de un marinero español enfermo cuando faenaba en aguas territoriales británicas, cambió su estilo para acomodarse a un suceso más épico. Pero Australia ya pide que se cambie la ruta de estas pruebas para evitar tanta repetición de operaciones así.

A bordo de la fragata Adelaida, Bullimore relató por radio los detalles de una trágica aventura que se ha saldado para él con un dedo congelado y síntomas leves de deshidratación. "Dos tercios del casco estaban cubiertos de agua. Había un agujero en la parte inferior, mejor dicho en lo alto, producido por una ventana rota que tragaba agua cada rato en cantidades colosales. Eran como unas cataratas del Niágara, sólo que de abajo arriba. Así es que tuve que buscarme un sitio seguro en lo más alto y tender unas redes para atrincherarme ahí como única forma de protegerme del agua y de los bandazos", dijo. Sin luces y con una magra ración de chocolate y agua, Bullimore pasó las últimas horas en espera de sus salvadores y reconoció que estaba a punto de tirar la toalla.

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