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LA RETIRADA DE UN MITO

La edición de los mediocres

Carlos Arribas

Si Abraham Olano, Alex Zülle, Eugeni Berzin o Jan UlIrich no lo remedian, la retirada de Induráin será una especie de liberación para toda una nueva forma de entender el ciclismo ante la que la figura del navarro era la última barrera. Será la consagración del estilo personificado mejor que en nadie en la figura de Bjarne Riis, el ganador del último Tour. Será el ciclismo de los especialistas, es decir, el de los mediocres.Induráin fue el último campeón ciclista completo, el único especialista en todo. Ahora está el campo abonado para los demás. ¿Quien puede ganar un Tour en el que el único ganador presente será precisamente Riis? ¿Qué hombre que encarne la figura de un campeón? No parece que puedan ser los aún supervivientes de la generación de Induráin, los Rominger, Bugno, Chiappucci. A ellos, la losa Induráin les cortó las alas para siempre.

¿Quién queda? ¿El estilo italiano? No parece. El único italiano joven que tenía mentalidad de hombre Tour es el desafortunado Pantani. Pero el escalador que se dejaba llevar por las alas de la fantasía aún no se ha recuperado enteramente, y se duda que lo pueda conseguir alguna vez, de las gravisimas lesiones que sufrió en la Milán-Turín del 95. El resto de los productos italianos, salvando las seguras sorpresas que empezará a dar el 97, son hombres de un día. Corredores tocados por la facilidad de las clásicas. Son los Tafi, Bartoli, Casagrande... Los hombres con la fórmula para encontrar el tope de forma en las dos o tres semanas en que recogen el trabajo de todo un año.El feliz Virenque

Está Francia, Dicen que Virenque se frotó las manos cuando oyó de la retirada de Induráin. Un especialista más. Tiene carácter de ganador, pero es un corredor limitado. Y, a su lado, ¿quié florece? Leblanc y demás esforzados buscadores de la inencontrable herencia de Hinault.

Y el ciclismo del frío. Los hombres duros. La versión eslava y protestante de la exuberancia italiana. Pero parecen hombres de la sombra. Los que florecen detrás de los ganadores. Está, claro, Pável Tonkov, segundón hasta que ganó el último Giro. Y la banda del Lute, por el austriaco Luttenberger, una de las revelaciones del último Tour.Pero el Tour, aunque nadie lo merezca, nunca es un premio desierto. Alguien tendrá que ganarlo. Quizás más nos valdría rezar para que Abraham Olano supere de una vez la alta montaña con los mejores; que Alex Zülle, que lo correrá ya con 29 años, confirme la seguridad que mostró en su Vuelta victoriosa; que a Eugeni Berzin se le pase el sarampión que le ha paralizado desde su Giro del 94; y que Jan Ullrlch, el talento alemán, no olvide que el entrenamiento es el padre de los éxitos. Porque para ellos el Tour es algo más que una carrera de tres semanas.Ni el Tour ni Induráin podrían respirar tranquilos con otro tipo de heredero.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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