La esposa
Un empresario ruso ha poblado Moscú de vallas publicitarias para decir a su esposa que la ama. Es preciso tener dinero para esta declaración, pero no más que para regalar una pulsera de brillantes.Lo que los jóvenes del graffiti divulgan a mano en las paredes, lo ha ensayado Alexandr Sharápov con las maneras del marketing. La diferencia no reside sólo en la potencia del impacto: lo más capital es la exhibición de la bella imagen de la amada a todo color.
Sobre los muros pueden leerse a diario garabatos que. dicen: "Te adoro, Pilarín". Pero ¿quién es Pilarín?, ¿qué pinta tiene esa chica? ¿Merecería ser adorada por cualquiera? El efecto Sharápov se apoya en que su pareja es una bella fotomodelo; sabe posar, es atractiva, luce unos ojos claros y rasgados. Es un claro objeto de deseo.
Su iniciativa la presenta el amante como un regalo destinado a su mujer, pero contemplando a su mujer, lo que se piensa es en su propio autorregalo. ¿Una declaración de amor o una declaración de bienes? ¿Un homenaje a la esposa o una estrategia para el enaltecimiento de la propiedad?
En la economía del amor, como en cualquier otra, el intercambio cobra valor cuando alguien más anhela lo que poseemos. No hay modo de amar sin un tercero que ansíe lo nuestro, y una posesión es tanto más valiosa en proporción al número e intensidad de los que la codician. A Alexandr no le basta con su amor privado. Su finalidad es multiplicar el contenido de su felicidad difundiendo por millones el objeto de su complacencia. Lejos de una manifestación de amor, la operación es así recolección y la idea de las vallas, en apariencia altruista, revela su fino sentido mercantil. Algunos rusos, de hecho, han aprendido en poco tiempo a hacer negocios con cualquier cosa.
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