Ohen saca rentas de un partido insoportable
Partidos así deberían penalizar. Tendrían que estar prohibidos de por vida. Lo que ayer se vio en Vallecas, y en presencia de un buen número de niños, fue un espectáculo vergonzoso, indigno de la llamada mejor Liga del mundo. Dos equipos enfrentados, el Rayo y el Compostela, que no dieron una a derechas. Ciegos de juego, de intención y hasta de orgullo. La reunión no tuvo una sola virtud. Hasta el gol fue impropio de un campeonato que se cuelga tantos galones: un rechace, un balón dividido, un defensa con los brazos cruzados, una mala salida del portero y una pierna oportuna para cazar recompensa. El tanto fue el justo castigo al Rayo por su lamentable actuación y un premio del todo inmerecido para el Compostela. Pero el fútbol se rige por leyes muy particulares, capaces de condecorar con tres puntos a quienes, juzgados por la vía ordinaria, serían sentenciados a cinco años y un día de cárcel. La coartada de las bajas (por el Rayo, Ameli, lesionado, Muñiz, sancionado, y Andrijasevic, por decisión técnica, y por el Compostela, Penev y Fabiano, ambos por sanción) no es aceptable en ningún caso. El Compostela salió decididamente atrás desde el principio, convencido de que había llegado a Vallecas con la única misión de destruir. Y el Rayo, aunque apareció con mejor cara, intentando llevar el peso del encuentro, enseguida se pasó al lado de los malos. A la media hora ya estaba claro de que aquello no era una cita deportiva sino un atentado contra la grada: no más de tres pases seguidos, ninguna llegada al área rival, continuos viajes por el cielo del balón, interrupciones... Todo, menos fútbol.
A última hora, cuando aquello ya parecía prisionero a perpetuidad del 0-0, Ohen echó la caña en una situación condenada al fracaso y se encontró un trofeo. Falló De Quintana, falló Contreras y la pierna del nigeriano acertó a meter la pelota en la red. El gol le regaló tres puntos al Compostela, pero no le eximió de culpas. Ambos equipos fueron cómplices de un suceso, el que padeció ayer Vallecas, que merece un castigo ejemplar ¡Por Dios! Y con niños delante.
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