Taconazos entre generaciones
Los maestros históricos del flamenco se enfrentan con la nueva generación
El centro de baile flamenco más importante del mundo funciona como un mercadillo. Lo dice Tomás de Madrid, maestro en esta rama del arte desde hace 30 años: "Esto es como el rastro, en el que cada uno pone su puesto y el público escoge en cuál comprar". Ese rastro es la academia Amor de Dios; los puestos, los maestros que dan clase, y el público, los cientos de alumnos que cada día entran y salen y eligen con quién aprender.Sin embargo, un sistema tan abierto ha hecho brotar la rivalidad entre los maestros mayores y los jóvenes. Los primeros dicen que no todo el mundo está capacitado para dar clase y los segundos protestan porque se les cierra el paso. Los profesores cobran por alumno. Alguno de la nueva hornada ha tenido que renunciar a dar clase. Se han enfrentado dos generaciones. En ésta escuela enseñan casi treinta profesores y entre los alumnos que han pasado por ella figuran nombres del flamenco desde Antonio Gades a Joaquín Cortés.
Tomás de Madrid, junto a maestros como El Güito o Manolete, es de los mayores. "Los chicos de ahora vienen apretando, con más gana, pero con menos verdad. Si empezamos a fusionar el flamenco con el jazz no va a quedar nada de nuestra personalidad". Dice también que el nombre de esta academia lo han forjado ellos junto a otros que aún dan clase: María Magdalena, Ciro o La Tati.
Los jóvenes son Domingo Ortega, Alejandro Granados, Belén Maya, Belén Fernández o Manuel Reyes. No todos ellos han tenido los mismos problemas con sus clases. El vaso se colmó la semana pasada: un grupo de alumnos se movilizaba porque a su maestro, Alejandro Granados, le habían indicado que debía suspender las clases y pidieron explicaciones a la dirección. "Me dijeron que los jóvenes tienen que entrar poco a poco en el mundo de la enseñanza, cuando se vayan retirando de los escenarios", dice Granados, de 35 años y ocho como profesor. "Es ley de vida. Nosotros traemos pasos nuevos. La gente quiere cosas frescas", comenta Domingo Ortega, de 27 años.
Todos lo reconocen: es difícil compaginar el prestigio del centro con la libertad de enseñanza. Hay quien apunta que los veteranos tienen sus clases algo vacías. Los jóvenes se quejan de que no se les permite colgar los carteles de sus clases, se les dejan las peores horas o estudios. "Siempre han sido los alumnos los que han elegido las clases. No tiene que ser la dirección la que decida", comenta una alumna. Joaquín Sanjuán, director de la academia desde hace tres años, explica: "Los jóvenes bailaores tendrían que estar en los escenarios, pero falta trabajo. Eso hace que la gente necesite dar clase". En Amor de Dios puede haber 20 o más peticiones para enseñar. "En justicia, no se puede echar a la calle a los históricos".
Sanjuán asegura que no se siente presionado por los veteranos. "Aquí sólo interesa que haya gente muy buena que conserve el prestigio del centro y la profesión", añade Sanjuán. Juan María Bourio, el que fue director durante 35 años, dice que nunca hubo rivalidades manifiestas entre profesores: "No se eliminaba a nadie, pero yo elegía a los profesores. Yo era como la garantía del control de calidad."
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